Meditaciones

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Roberto Bolaños Aguilar.

 MEDITACIONES SOBRE

MADRE CLARA MARÍA QUIRÓS

2006

 

Una Niña ha Nacido.

                                                      Madrid, 12  de agosto de 2006.

 Hay acontecimientos que pueden parecernos insignificantes, por lo triviales o por lo repetidos, tal es el hecho del nacimiento de un niño o de una niña.  Hace unos días leía que el día de nuestro cumpleaños hay unos 150 millones de personas que también cumplen años.  Sin embargo, nada hay menos trivial e insignificante que una vida humana, por el mismo hecho de ser humana y por aquellos significados, acaso menos obvios,  que tiene para la misma persona, para su comunidad y dentro de la historia global de la humanidad.  Esto sin tener en cuenta el significado y el peso específico de toda existencia humana en el plan de salvación de Dios para la humanidad, que acaso sea  su significado auténtico y definitivo, porque entonces la vida humana se entiende como referida al absoluto que es Dios.

Eran los primeros días del mes de agosto de 1857, en la ciudad de San Miguel, en la zona oriental de El Salvador, llovía sin parar desde hace algunos días, un temporal le llaman los salvadoreños. En su casa, situada en el centro de la ciudad, los esposos Don Daniel Quirós Escolán, joven de 24 años, de rancio abolengo migueleño, y su esposa, Doña Carmen López de Quirós,  de 21 años, de la clase media de San Salvador, aguardaban en cualquier momento el nacimiento de su primer hijo, con la ilusión y el entusiasmo, con los temores e incertidumbres, que son propios de los padres primerizos.

Carmen y Daniel eran un matrimonio joven, con las alegrías y los problemas de cualquier matrimonio de su edad y condición  social en la sociedad salvadoreña de la segunda mitad del siglo XIX. Es cierto que Daniel tenía cierta inclinación al alcohol con todas sus consecuencias, pero también es cierto que amaba a su esposa Carmen y por ella y el hijo que estaba por nacer estaba luchando con todas sus fuerzas contra el alcoholismo, ya bastante desarrollado, por cierto.

Sabemos, por los escritos de Don Alberto Masferrer, los efectos destructivos que el alcoholismo tenía en las clases humildes de El Salvador, pero los mismos efectos tenía en las clases pudientes, puesto que el alcoholismo es un efecto de la sociedad patriarcal y machista de aquellos años.  Recuerdo uno de las poesías más dramáticas que he leído, escrita por Tula Van Severen  en Cuencos de Barro,  y que lleva por título Muy Hombre.  Trata de una madre cuyo hijo ha caído en garras del alcoholismo y la pobre madre, madre al fin, sufre profundamente por el vicio del hijo, incluso va a buscarlo a las cantinas en donde se envicia más para llevarlo al hogar.  Y, mientras tiernamente acaricia al hijo sucio y maloliente, le pide que no vuelva nunca más a la cantina, pero, este le responde: No, madre, yo tengo que volver, porque yo… soy muy hombre.

El día 12 de agosto amaneció lloviendo, entonces la Iglesia celebraba ese día a Santa Clara, la Azucena de Asís.  Carmencita no se sentía bien, intuía que el  parto  se aproximaba y, como dice el Evangelio, sintió angustia ante los dolores que le sobrevenían.  Recostada en su lecho, en la recamara conyugal, soportaba los intensos dolores del alumbramiento.  Hacia las nueve y media de la mañana  dio a luz a una niña y el corazón de sus padres se llenó de alegría y se abrió a la promesa de futuro que significa todo recién nacido.

Cuando Carmencita tuvo entre sus brazos por primera vez a su hija, al contemplarla tan pequeña, tan frágil, tan desvalida y a la vez tan linda, delicada y tierna sintió la incertidumbre sobre lo que la vida le deparaba a aquel fruto de sus entrañas y tuvo miedo, pero, al mismo tiempo, se hizo la promesa de hacer todo lo que estuviera en sus manos para que su hija fuera feliz y se sintió tranquila. Aquella vida que se iniciaba con los primeros llantos y los primeros sufrimientos de alguna manera estaba planificada por Dios desde el instante de su concepción hasta el instante de su muerte, desde la primera inspiración hasta la última expiración, sin que ello signifique, desde ningún punto de vista, pérdida o detrimento de la libertad que es propia de la persona humana.  En un texto difícil de su Carta a los Romanos, el Apóstol Pablo, explica todo el significado del destino de la persona humana: A los que escogió los predestinó, a los que predestinó los justificó, y a los que justificó los glorificó, para que fuesen imagen de su Hijo Jesucristo.

 Claro está que esta glorificación del hombre y la mujer en Cristo, que es consecuencia de nuestra predestinación a reproducir en nuestra vida la imagen del Hijo de Dios, y que parte de la acción amorosa del Padre Dios, no puede realizarse sin la cooperación de la persona humana, cooperación que no es posible sino desde la libertad, como lo afirma San Agustín en su tratado De Libero Albedrío.

 Antes del nacimiento de su hija, Daniel y Carmencita, habían conversado sobre el nombre que darían a la creatura que estaba por nacer; si era niño, ambos estaban de acuerdo en que se llamaría Félix como el abuelo paterno, si era niña a Daniel le gustaba el nombre Isabel, Carmencita, en cambio, prefería el nombre Clara.   El día de su nacimiento, 12 de agosto, día de Santa Clara, definió el nombre que en la pila bautismal impondrían a la niña, su nombre sería CLARA DEL CARMEN.  Clara por el día de su nacimiento y  Carmen por la devoción familiar a Nuestra Señora del Carmen y por ser el nombre de pila de la abuela materna.

¿Tuvo el nombre alguna influencia en el provenir de la pequeña recién nacida?, evidentemente que sí, pero no como creían los antiguos por la fuerza o poder misterioso del mismo, sino por la asunción que del mismo hizo Clara del Carmen.  Por una parte, Clara significa, transparente, luminosa, lo que implica que la persona que lleva tal nombre ha de esforzarse por ser una persona totalmente transparente, que refleje la luz que proviene de Dios, tal como lo hizo en su vida Santa Clara de Asís en su tiempo, y la referencia a la Virgen del Carmen conlleva una relación filial con la Madre de Dios en la advocación del Monte Carmelo.  Así, el nombre no es un destino, sino un llamamiento, una vocación, como la existencia es una apropiación que nos llevará, gradualmente, a la plenitud de nuestra condición humana; todos los acontecimientos de la vida, asumidos personalmente, se convertirán en camino de realización, como lo expresa el Apóstol Pablo: Todas las cosas suceden para bien de los que Dios ama.

El 31 de octubre de 1857, Daniel y Carmen llevaron a su primogénita a la Parroquia de Santo Domingo  para que recibiera el sacramento del bautismo, aquel fue el día de su verdadero nacimiento, porque por medio de las aguas bautismales nació para la vida eterna.  Así como la naturaleza al nacer nos ha dotado de todo lo necesario para la vida física, el nacimiento a la vida espiritual nos da todo aquello que necesitamos, sobre todo el Don del Espíritu Santo, para la vida sobrenatural, alcanzar la meta de la santidad dependerá en todo caso del acrecentamiento de la gracia santificante por nuestra fidelidad a nuestra condición de hijos de Dios.  Su madrina de bautismo fue su tía materna: Serafina López.[1]

En el pórtico de su libro Las Siete Cuerdas de la Lira, Alberto Masferrer, anunciaba lo que es la vocación de todo hombre y toda mujer que viene a este mundo: Tu misión es hacerte un cristal.

Madre Clara María de Jesús es un cristal que refleja a Dios.[2]

 



[1]   Serafina López es hermana de Carmen y César López, hijos naturales de Doña Juana López y fue una persona muy cercana a los años de infancia de nuestra Madre Clara María.  Soltera, compartió con su hermana Carmen los meses de espera del nacimiento de Clarita y colaboró con ella en la educación de su sobrina.  Casi nada sabemos de su vida, hay personas que renunciando a su vida personal, viven por la consagración al servicio de Dios, de su familia o de las nobles causas en las que se empeñan. Ni siquiera tenemos noticia de la fecha de su muerte, pues en el panteón familiar que compró el General César López  en la sección de los Ilustres, no se encuentra lápida que haga alusión a ella, es posible que haya muerto antes de la adquisición del lote en el cementerio y fuera enterrada con su madre en otro lugar aun desconocido.

[2]    Como un Cristal puesto al Sol, se titula la biografía de la Venerable Sor María Celeste Crostarrosa escrita por Isabel Bolea.

 

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1 respuesta a Meditaciones

  1. Lilia Rodríguez dijo:

    Excelentes meditaciones de Nuestra Madre Clarita Sierva de Dios, ha hecho un excelente trabajo el Padre Roberto Bolaños, junto con Madre Marleny ambos han hecho un gran trabajo y este ha producido abundantes frutos siendo así que solo falta un milagro para ver a nuestra Madre Clarita en los altares.

    Bendiciones.

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