Meditación 11

Meditacion 11

Dejad que las Niñas vengan a mí.

“Años más tarde, otra admirable mujer, Madre Clara Quirós, reabrió  nuevamente en el convento de Belén, otro Asilo de Huérfanas.” Don Roberto Molina Morales, autor de la frase precedente, está hablando de la Señorita Pilar Velásquez. Esta es otra de tantas historias engarzadas.

 Debieron haberse conocido, pudieron haberse tratado, convivieron por años en la misma Ciudad, eran almas idénticas, la última sucesora de la santa Señorita Pilar, Joaquina Sandoval, después ingresó a la Comunidad de Madre Clara María, ¿porque la historia no nos dice nada de esas dos mujeres excepcionales que pudieron haber sido grandes amigas, compañeras en la aventura espiritual? En cierto sentido ¿No es Madre Clara la  continuadora de la obra de Doña Pilar?

 Madre de seis hijos, abandonada vilmente por su marido, Doña Clara Quirós conocía perfectamente las dificultades, los sufrimientos y las angustias que hay que pasar para educar  el cuerpo, la mente y el alma de un hijo; también sabía ella que no es lo mismo que un niño tenga un hogar, aunque sea muy humilde o presidido por uno solo de los padres, que vagar por el mundo sin arraigo existencial alguno, como esos niños que  acurrucan en cualquier lugar para pasar la noche, mal cubiertos por un cartón, expuestos a todas las malas intenciones y con un sueño sin sueños.  En aquellos años a todos esos niños y niñas se les llamaba “huérfanos” y los orfanatos eran los asilos para esos huérfanos de la vida, con frecuencia una caricatura de hogar, pero siempre algo es mejor que nada.[1] 

 Cuando Madre Clara llegó a las puertas del Convento de Belén había tres o cuatro niñas que la esperaban, era el resto fiel de esa maravillosa institución creada por la compasión de la Señorita Pilar Velásquez, una auténtica santa salvadoreña, cuya vida debe ser investigada para dar a conocer sus méritos y sus virtudes, que se llamaba  Asilo de Belén. El Señor revelaba así a la Santa Fundadora otro estilo de maternidad,  la maternidad espiritual de aquellas hijas del arroyo de la vida.[2]

 Todos sabemos que la maternidad lleva implícito el dolor, porque si es cierto que el libro del Génesis constata el hecho de que las mujeres paren con dolor a sus hijos también revela que la madre está constantemente alumbrando con dolor al hijo en todos los momentos de su vida. La maternidad es una corona de lágrimas, creo que de ello, aunque vírgenes, todas las mujeres tienen experiencia.

 Pronto aquel grupito de niñas comienza a multiplicarse por el simple hecho que Belén no era un orfanato más, sino que era un hogar en el que el primer lugar en el cariño, en la ternura, en la compasión lo tenían siempre las niñas.  La maternidad biológica de Madre Clarita había sido una preparación para esta nueva forma de maternidad que sería una participación en el misterio de la compasión de Dios: Por que tanto amó Dios al mundo que le envió a su propio Hijo para que todo el que crea en El no se pierda…

 A Madre Clara le interesa sobre todo la educación de esas niñas que la Providencia con mano amorosa ha puesto en sus manos y que son también sus hijas, igual en su afecto que Carmen,  Mercedes, Gertrudis y María, para ello busca maestras o las prepara de entre sus hermanas religiosas, las menos dotadas intelectualmente aprenden un oficio, lo importante es tener una manera honrada de ganarse la vida y la parte más delicada de la formación se la reserva ella,  la educación moral y religiosa.

 Sabemos detalles de una ternura sorprendente, como  aquella niña que envejeció en Belén, llamada Sofía,  la Chofi,  que contaba que cuando vino de su pueblo a Santa Tecla, cayó enferma de unas fiebres que no le pasaban.  Madre Clarita llamó al médico, el Dr. Godofredo Arrieta,  quien recetó a la niña aquella medicina que algunos conocimos, llamada Osomulsión, de sabor bastante desagradable porque era hecha a base de hígado de bacalao; naturalmente la Chofi no quería tomar la medicina pero la Madre,  madre al fin, la recostaba en una almohadita y ella misma le daba la medicina, después de lo cual le daba a la pequeña un caramelo para que endulzara las amarguras de la vida.  Como a mi se me olvida todo, si quieren pregúntenselo a la Leonarda, que era otra de aquellas niñas que acogió en Belén la Sierva de Dios y nunca quisieron irse de allí, porque ese era su hogar.

 En tiempos de Madre Clara a nadie, a ninguna niña, se le cerraron las puertas de Belén, si podía pagar, lo que pudiera pagar o si no podía pagar daba igual,  lo que realmente importa, decía, es salvar sus almas.

 San Pablo recomienda a los padres no ser demasiado exigentes con sus hijos para que no pierdan los ánimos, lo que no quiere decir que no hay que disciplinarlos. Amor, estudio, trabajo y oración eran los ejes sobre los que giraba la pedagogía de Madre Clara María.

 Cuentan  que en una ocasión la Madre encontró a dos niñas hablando picardías y las corrigió tiernamente pero con autoridad esperando que se corrigieran, pero otra vez en los lavaderos las encontró hablando de lo mismo y les mandó que volvieran a su casa porque si querían condenarse no sería en la santa casa de Belén.

 Era tal el cariño que Madre Clara tenía por las niñas del Hospicio y tanta la ternura con que las acogía que éstas la conocían con un nombre muy simple, pero lleno de sentido, para ellas era LA MADRECITA.

 Creo que la cualidad más evidente de las personas santas es su capacidad para trasparentar a Dios. “hay momentos en la vida en los que Dios parece tan evidente”, dice la trágica Blanche Dubois en una de las escenas cumbres del teatro norteamericano.[3]

 Aquellas niñas víctimas descubrían en Madre Clara María de Jesús el rostro compasivo de Jesús.

Roberto Bolaños Aguilar


[1]    Recordamos con pavor la novela inglesa “Jane Eyre”, de Charlotte Bronte,   y el David Cooperfield de Charles Dickens.

[2]    El término santa aplicado a Madre Clara María se emplea en el sentido popular, como persona virtuosa y devota, sin pretender prevenir el juicio sobre su santidad que corresponde solo a la Santa Madre Iglesia.

[3]    Se trata de la obra “Un Tranvía llamado Deseo”   de Tenessee Williams.

Esta entrada fue publicada en Meditaciones y etiquetada , . Guarda el enlace permanente.

4 respuestas a Meditación 11

  1. Como no llegar a los altares mi Madre Clarita si eres el vivo ejemplo de amor desinteresado y fidelidad. La niñez del Salvador y del mundo necesita de una mujer santa como Madre Clarita para sanar tantas heridas que hoy por hoy dejan huellas crueles en nuestras sociedades. Sigamos hermanos y hermanas el ejemplo de nuestra amada Clarita. Bendiciones al Padre Roberto Bolaños por continuar con tanto acierto y cabalidad la propagación de la fe en ella.

  2. jose daniel santos garcia dijo:

    Este sitio web es una gran obra nos informa sobre la vida y obra de Madre Clarita hacen un gran trabajo. Bendiciones

    • jose daniel santos garcia dijo:

      Vivo en Honduras ESTOY EN EL INSTITUTO CARMELITANO SAN JOSE muchas gracias
      me ha servido como enseñanza y ahora estoy mas consciente de la obra de Madre Clarita

  3. Jency dijo:

    Madre Clarita es un ejemplo para todos nosotros porque nos enseña ser obedientes
    porque cuando su madre le dice que se case ella inmediatamente le dice lo que tu
    digas mamá, aunque ella quería ser religiosa pero lo que me llama la atención ella se
    casa lleva una vida llena de Dios y lucha y cuando sus hijos están ya casados.
    Ella cumple el sueño de fundar una congregación ayudando a los niños pobres y a las mujeres abandonadas.
    Escribo desde el Instituto Carmelitano San José. Honduras

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *