Salutación a la Santísima Virgen del Carmen en su día

Salutación a la Santísima Virgen del Carmen en su día

V.Carmen10

Se trata  de una de las cuatro poesías que Madre Clara dedicó a Nuestra Señora del Carmen que quizás se trate de la más antigua, por lo que se insinúa en su texto,  quizá fue escrito en los años del pontificado de  Mons. Miguel Tomás Pineda y Saldaña  y el Gobierno del Mariscal Santiago González. Unos pocos años antes había emitido, Mons. Pineda y Saldaña, un decreto porque excomulgaba a todos los salvadoreños que se adscribieran a la Masonería, recién fundada. También había sido muerto vergonzosamente el vicepresidente salvadoreño Don Manuel Méndez.

A una católica tradicional y piadosa como Madre Clara María le parecía una hora fatídica en que desdecíamos del nombre de El Salvador.

Detén el brazo del Señor que airado,

Parece que quiere vindicar su honor,

De un pueblo ingrato, que deicida ha hollado,

Las finezas de amor que le ha demostrado

Dándole hasta su nombre…: ¡El Salvador!…

 

En este hermoso poema tempranero encontramos  alguna referencia biográfica de Madre Clarita, lo cual es raro en su poesía, y de la realidad circundante, vale decir su contexto histórico.

En su nivel biográfico, la poesía describe una celebración de la fiesta de la virgen del Carmen, en el tiempo que Madre Cara María había recientemente había ingresado a la Cofradía de la Virgen del Carmen hacia 1871 o quizás poco tiempo después.

Dice Madre Clara María:

“Virgen del Carmen, tu nombre llevamos,

De Carmelitas (orgullosas) erguimos el pendón,

Y en este día dichoso, publicamos

Que er;es la gloria de los que te amamos

Portando venturosos tu blasón.”

 El poema contiene dos partes claramente diferenciadas;  en la primera, Madre Clarita trata de ganar la benevolencia de la Virgen recordándole sus glorias y su oficio maternal, después, en la segunda parte, pide a la Madre del Carmen su protección y su guía en tiempos tan malhadados que le había tocado vivir.

El poema se expresa en sólida rima que expresa su evolución poética al verso libre, en el que puede expresar más libre sus sentimientos religiosos.

Aquellos años eran vividos por los católicos tradicionales como años caóticos. La Iglesia estaba abiertamente enfrentada al Estado, y éste, dominado por la recién fundada Sociedad Masónica, deseaba introducir los cambios de la revolución francesa en Francia en su forma de relacionarse con el Estado, no puede existir un      Estado dentro de otro Estado, había dicho un orador francés. La masonería estaba interesada en dominar a la Iglesia y sus Prelados, resulta muy curiosa en este contexto la frase del Primer Obispo de El Salvador a sus diocesanos: “Ya tenéis perro que ladre.”

Ideológicamente el pensamiento liberal decimonónico se presentaba bajo la forma de la masonería y del deísmo como parte de la libertad religiosa (libertad-igualdad-fraternidad).  Madre Clara en este conflicto permanece fiel a la actitud de la jerarquía eclesiástica.

Ciertamente, cuando era obispo Monseñor Pineda y Saldaña, la recién nacida masonería fue fulminada con excomunión “latae sententiae”, lo mismo los que se inscribieran como adeptos.

Madre Clara María veía, tanto en la aparición de la masonería como en la de posiciones fideístas, un castigo divino a la infidelidad y la desobediencia de los salvadoreños. Eran años muy difíciles, en que la intolerancia llegó hasta asesinar al Vicepresidente masón Lic. Manuel Méndez, hecho que la Jerarquía Eclesiástica lamentó.

 

“¡Tus hijos, ¡pobre patria!, han delinquido!

¡Han negado su fe y su religión!

Y al vicio y al error se han convertido,

Del libertino masonismo al ruido,

Del malhadado naturalismo al son.”

 

Hemos disfrutando imaginando, aquel 16 de julio de año innominado, a Madre Clara María, un poco nerviosa, de pie, ante la sagrada imagen de la Virgen del Carmen declamando sus versos ante las cofrades y los feligreses de la parroquia de la Inmaculada.

Aún recuerdo que en la coronación de la reina de las fiestas patronales de algún pueblo o ciudad de antaño llevaban a algún poeta de moda para que cantara con sus versos  la belleza física y moral de la nominada reina de las fiestas. Pues bien Madre Clarita, es la juglar de Nuestra Señora del Carmen, la cantora de sus virtudes.

 

“Tú, que la luna con tu planta huellas,

Que te sirven de aureola las estrellas

Y de trono seráfica legión.

Tú a quien el astro rey ufano viste

Con sus rayos de diáfano esplendor

Y al  Sol eterno de la Verdad nos diste

Cuando de labios de Gabriel hubiste

Escuchado la divinal misión.”

 

La primera parte, llena de imágenes bíblicas, que llamamos preanuncios de María, nos ofrece la figura gloriosa de la Virgen nuestra medianera. En realidad no nos describe la imagen de la Virgen del Carmen sino la de la mujer gloriosa del Apocalipsis, es decir, el triunfo cósmico de la Virgen. 

“De ti copian los astros su hermosura,

La azucena y el lirio su blancura

Y el topacio su fúlgido color.

Tú que eres la más pura entre las bellas

 

También recuerda el mayor privilegio de la Madre de Dios que fue su Concepción Inmaculada, fue librada por Dios del pecado original que heredaron nuestros primeros padres, Adán y Eva,  en vistas a los méritos futuros de su divino Hijo:

Tú a quien la diestra del Muy Alto quiso

Preservar de la infausta maldición

Que allegó nuestra madre en el paraíso

Y exenta y libre de la culpa te hizo

De ab aeterno en limpia concepción.

 Madre Clarita, expone de manera clara y sencilla, a lo apostólico diría San Alfonso, el misterio inalcanzable de la Inmaculada Concepción de María que ella había prometido defender y en una frase define el misterio de la Inmaculada que tanto costó al doctor de la Inmaculada Beato Juan Duns Scoto, María es Inmaculada por siempre, Dios quiso hacer a María Inmaculada, pudo hacer Inmaculada a su Madre…….y la hizo Inmaculada ab aeterno.

De forma poéticamente muy hermosa Madre Clara María de Jesús llama a María Inmaculada, como se solía hacer antiguamente, en sentido positivo la Limpia Concepción.

Recuerdo en este momento a un antiguo redentorista español, el CH. Esteban Ezquer, que en vida amó mucho a la Santísima Virgen María, él a la invocación “Ave María Purísima” no respondía como es costumbre “sin pecado concebida” sino “en gracia concebida”. Una vez le pregunté sobre tal respuesta y me dijo: es que la expresión “sin pecado concebida” sólo expresa que la Virgen se hallaba libre del pecado original en cambio “en gracia concebida” expresa toda la grandeza de Dios que la hizo “Llena de Gracia” desde el instante mismo de su concepción inmaculada. Me quedé callado, porque no había pensado así las cosas.

Para la Sierva de Dios una de las grandes cualidades de María, que deberíamos imitar, es su deseo de hacer el bien a manos llenas, entre ese bien que nos desea hacer están su protección y cercanía que lo expresan:

“Tus hijos somos; Tú eres Madre nuestra,

Te profesamos rendida sumisión,

Te imitaremos, Oficiosa Ambidextra,

Y extáticos de amor, Divina Maestra,

Hoy te ofrendamos el corazón.”

 Muy en el fondo, Madre Clara María de pie ante la Virgen del Carmen en este caso, nos recuerda en este caso a la reina Esther intercediendo por la vida del pueblo hebreo ante el tirano Rey Asuero.

¿Qué pide Madre Clarita ante la Virgen del Carmen aquél día? Sólo la salvación para El Salvador de su alejamiento de Dios, exactamente lo que debería hacer hoy.

“Ámpáranos propicia en estos días,

De escándalos y negra corrupción,

Yo elevo a Ti las pobres manos mías

Y entre sollozos, cantos y armonías,

Te ruego nos alcances el perdón.”

 La plegaria de Madre Clara María invocando a la Virgen, pide por los que ella considera problemas de la sociedad de su tiempo, pero, así como toda macroeconomía requiere una microeconomía, la Sierva de Dios presenta a María Santísima su petición por las personas concretas y sus familias y pide su amorosa protección y vigilancia.

No deseches, Señora mis gemidos,

Atiende compasiva mi oración;

Ahora que estamos a tus pies reunidos,

Solicitamos ansiosos compasivos,

Tu maternal y augusta protección.

 En cierto sentido podemos decir que tenemos cierto derecho adquirido a esa protección debido a que somos hijos de la Virgen María por expreso deseo de Jesús, su único Hijo, manifestado en la cruz.

“Tus hijos somos. Tú eres Madre nuestra,

Te profesamos rendida sumisión,

Te imitaremos, Oficiosa Ambidextra,

Y extáticos de amor Divina Maestra,

Hoy te ofrendamos todo el corazón.”

 Mucha enjundia tiene este párrafo donde Madre Clara María de Jesús nos habla de su filial relación con nuestra Madre María, se perfila la sumisión a María, la imitación, el magisterio vital de la Virgen y, por supuesto, su poderosa intercesión.

El amor a la Virgen del Carmen marcó gran parte de la vida de Madre Clarita así como la orientó y le dio sentido a sus aconteceres diarios. La hermandad del Carmen fue fundamental para la vida de su familia, pues por su ejemplo fueron cofrades todos sus hijos y hasta el mismo Alfredo Alvarado.

          ROBERTO BOLAÑOS A.

Santander, 11 de julio de 2016

 A la misma señora

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Estamos listos para presentar y conocer esta historia de Amor

 

“Clara María”

“Esta es la historia de Madre Clara María de Jesús… y de lo que la gracia de Dios obró en ella y a través de ella.  Es la historia de una excepcional mujer salvadoreña que nace a mediados del S.XVIII en la ciudad de San Miguel: hija, esposa, madre y Fundadora de la Congregación de Carmelitas de San José.

Es la sencilla historia de una mujer que quiso hacer del amor cristiano el sentido último y definitivo de su vida.  Madre Clara María Quirós vivió por y para el amor.

En su vida hubo grandes alegrías, pero también grandes sufrimientos, rechazo social y familiar, abandono de su padre y de su esposo, soledad ante los retos de la vida y dificultades para sacar adelante a sus hijos; ella, sin embargo, solamente quiso amar a Dios por encima de todo y a su prójimo como a sí misma, tal como lo manda el Señor Jesús a todos aquellos que se definen como seguidores suyos y de su proyecto para salvar al mundo  por medio del amor.

El mensaje espiritual de Madre Clara María, sigue siendo atractivo y actual, a pesar de que en el tiempo pueda parecernos lejana.  Su preocupación por los pobres, los enfermos, su interés en la promoción de la mujer, las motivaciones que la impulsaron a realizar la obra que Dios le encomendó son de una actualidad sorprendente en los inicios de este Tercer Milenio de cristianismo.  Debido a eso, Madre “Clara María” puede servir de modelo a las jóvenes, a las esposas, a las madres,  a los religiosos y religiosas, y, por supuesto a todos los cristianos.

Este largometraje, que fue creado y realizado especialmente para ti, alcanzará su objetivo, si después de verlo desde el principio hasta el final, sacaras la siguiente conclusión:  ¡Cómo me gustaría ser como Madre Clara María!.  Ser como ella, no tanto en su estilo propio de vida, sino en sus virtudes, en su actitud positiva ante la vida descubriendo en todo el paso de Dios, en su opción por los pobres y, sobre todo, en su radicalidad en el seguimiento de Cristo.” Tomado de «Una Salvadoreña para combinar». Roberto Bolaños Aguilar CssR

 

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A la misma Señora

A la misma Señora

A la misma señora

Comentario

Sería muy interesante saber la fecha de composición de esta serie de tres poesías dedicadas a Santísima Virgen del Carmen, pues parecen escritas en una sucesión temporal debido al título de este segundo Poema: A LA MISMA SEÑORA, luego también es dedicado por la Sierva de Dios a Nuestra Señora del Carmen.  Recordamos, entonces, la Segunda Carta del Apóstol San Juan, escrita para la SEÑORA ELEGIDA, es decir para una iglesia particular del Asia Menor; la Virgen María es figura de la Iglesia.

El poema presenta una división en tres partes: la primera, nos habla de lo que vamos a llamar las glorias de María. En forma litánica describe el misterio y las glorias de la Virgen, en realidad se trata de unas nuevas letanías a María. La segunda, nos habla de las terribles consecuencias del pecado original originante y originado y del privilegio de la Inmaculada Concepción, ese misterio que más adelante Madre Clara se comprometería públicamente a defender,  y; la tercera parte en que presenta sus peticiones al Señor, pero confiando en la mediación mariana.

1)            Hemos dicho que en la primera parte se ofrecen una forma de letanías que expresan, en su contenido, algunos aspectos del misterio mariano. Comienza dejando en claro la dedicatoria a la Virgen María que Señora del cielo y de la tierra, pero, además, es madre tierna y consuelo en las penas, precisamente por Madre.

Reina de Tierra y Cielo;

Vuestros hijos, tierna Madre,

Os aclaman su consuelo,

Y os saludan ¡Dios os salve! 

b)  Madre Clara María quiere presentarnos a la Virgen María como Señora del Cielo y la Tierra, este señorío no se extiende sólo a las criaturas terrenas, o a los elementos de la naturaleza, sino también a la creación espiritual de Dios.

Comienza por decir que María es la Señora de los Ángeles y de los Arcángeles, así como de los Serafines:

Sois del empíreo celeste

El esplendente arrebol

Vuestro calzado es la luna

Vuestros vestidos el sol.[1]

¡Ardor de los Serafines!

De los Querubes modelo,

Asombro de los Arcángeles

¡De los ángeles espejo!

Pero no sólo es Señora de la creación espiritual angélica sino también terror de los Demonios, según postulaba la Mariología tradicional, María es la vencedora del horror del averno debido a su concepción inmaculada.

En los abismos profundos,

Sois del averno el horror,

De los demonios destierro

Y de Satán el terror.

María es también Señora de la Iglesia, tanto triunfante como peregrinante; es la más destacada entre sus miembros: 

En el cielo de la Iglesia (sois)

De sus astros esplendor,

De sus estrellas el brillo,

De sus luceros fulgor.

En las brumas que la aquejan (a la Iglesia),

Destello del mismo Dios,

Iris que anuncia las paces,

Nítido y plácido albor. 

2)              La segunda parte nos habla del misterio de María como Inmaculada Concepción. En el sentido platónico la idea en Dios acerca de María es eterna y ahí surge como “Llena de Gracia” o sea totalmente agraciada en la presencia del Señor. Las ideas en Dios son eternas e inmutables, de esa condición goza la idea sobre la Virgen es anterior “antes que criara los cielos, antes que hiciera el infierno

La obra de la Virgen María es transformar el veneno del pecado en inocua triaca y dándonos a su Hijo nos permitió volver al paraíso.

Con un Fruto Bienhadado

Volvéis el perdido Reino.

3)            Después, Madre Clara María, de haber proclamado a la Virgen María Señora de la Tierra y el Cielo y tierna Madre de la humanidad, recurre a su poderosa intercesión invocando su protección, compara la protección de la Virgen con la llegada de la primavera tras un crudo invierno y pide a María que restaure el primitivo fervor de la Orden del Carmen que presiente. 

Luzca ya la primavera,

Que con ansiedad espero;

Rehabilita los graneros

De vuestra Orden prodigiosa,

Que ya percibo senderos.

Promete, Madre Clarita, a María flores de jardines que ella cultivará con esmero y sus flores serán, en cuanto a belleza y aroma, como las rosas del Carmelo.

El tiempo de su composición, posiblemente sea durante su noviciado como terciaría carmelita, y le pide ayuda a la Virgen para poder consagrarse a sus templos, a su cuidado, al culto divino que tanto le gustaba. Recordemos que para ella el templo, probablemente piense en la Parroquia de la Inmaculada antigua, es un lugar dónde se encuentra muy a gusto:

¡Al pie de tus altares yo respiro!

Y siento reanimarse mi existencia…;[2]

Implora a María su ayuda en la consecución de sus metas, ella quiere ser totalmente de Dios. Para obtener la ayuda de la Virgen le recuerda un suceso de la vida de Jesús en el que destacan la humildad y la fe, me refiero a la plegaria de petición de una madre cananea que le pide la curación de su hijo; el Señor le responde desconcertantemente que no está bien darle el pan de los hijos a los perritos. La buena mujer le replica con astucia: pero los perritos también se alimentan de las migajas que caen de la mesa de sus amos.

 Esta respuesta sorprende gratamente a Jesús que hace una alabanza de la fe madre cananea, a la vez que censura discretamente a los judíos.

 Madre Clara María, ofrece a la Virgen sus anhelos: ser esclava de la Esclava y lograr su profundo deseo, anhelo, de consagrarse al servicio de sus templos.

Roberto Bolaños Aguilar. CssR

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[1]     Madre Clarita imagina a la Virgen con la iconografía tradicional de la Inmaculada Concepción, con la luna a sus pies y vestida del sol, como es además descrita en el Apocalipsis.

[2]  Madre Clara María Quirós,  A la Santísima Virgen en sus Dolores, Versos 6 y 7.

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Centenario de Fundación CSJ

CENTENARIO2

Centenario de Fundación CSJ

La Obra de Madre Clarita cumple 100 Años de Fundación

La Congregación de Carmelitas de San José fundada por la Sierva de Dios Madre Clarita cumple 100 años de existencia, ella dijo: “Si yo me he equivocado al morir, esta comunidad se disolverá como la sal en el agua, pero, sí es obra de Dios, perdurará a pesar de los ataques del enemigo”.

Cumplir 100 años de fundación es prueba de que ésta es obra de Dios. Una obra que inició en El Salvador y se ha extendido a 14 países. Por lo cual en acción de gracias al Señor se inició un Año Jubilar el 14 de octubre del 2015 con una solemne eucaristía presidida por el señor Arzobispo Monseñor José Luis Escobar Alas, en el gimnasio del Colegio Belén a las 10:00 a.m.

Cabe recordar que Madre Clarita murió un 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, fecha que el Papa Francisco ha señalado para la apertura del Año de la Misericordia. Por todo esto damos gracias a Dios.

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A LA SANTÍSIMA VIRGEN DEL CARMEN -Poesías de Madre Clarita Quirós

I.

A LA SANTÍSIMA VIRGEN

NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN.

V.Carmen10

La devoción a la Madre de Dios, y Madre Nuestra, fue central en la vida de la Sierva de Dios Madre Clarita de Jesús; tan central como lo dice el Papa Francisco, que Cristo y María se hallan indisolublemente unidas, de modo que nos sucede lo que a los Pastores de Belén que junto a Jesús siempre hallamos a María y Ella siempre nos conducirá a Jesús.

La primera poesía a la Virgen del Carmen comienza con una hermosa  exclamación en la que celebra algunas verdades del misterio mariano: María, dice, es una idea del eterno acariciada. Esa es una idea platónica (topos ouranós) que fue común en la Mariología post Tridentina hasta la reforma del Vaticano II. Piensa San Alfonso Ma. de Ligorio que tras pensar en enviar a su Hijo pensó con complacencia (eternamente acariciada) en la creación de la Sma. Virgen María, o sea, María eternamente existía en la mente de Dios: “…pero. cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, que nació de mujer…”  (Gal. 4,4)

Visión sublime, de apacible encanto,

Idea del Eterno acariciada; …

Evidentemente, Madre Clara María, no está hablando de visiones, de las que se habla en la Teología Mística, sino se trata de un recurso meramente poético, donde la poeta se imagina a los pies de Nuestra Señora del Carmen. Define la visión como sublime, de apacible encanto, que la conduce a un éxtasis, pero la llama enajenación (de los sentidos).

En ella se refiere tradiciones orales arraigadas profundamente entre los Carmelitas que remonta sus orígenes al Profeta Elías y el grupo de ermitaños que y habitaban el hermoso Monte Carmelo de Palestina.

Los mariólogos, como Roschini, quieren ver en un hecho de la vida de Elías la prefiguración de María en la nubecilla que, comenzando muy pequeña, desata la lluvia sobre toda Judea, sobre la que se abatía una sequía de tres años.

Como esa pequeña nubecilla es María, grande en su humildad, que va derramando una lluvia copiosa de bendiciones sobre nuestra tierra en sequía. Madre Clara María se vale de eso para implorar sus piedades: “y tus piedades, por tu piedad imploro”.

Risueña nubecilla, ya tu manto,

Gozosa mi alma percibe enajenada.

Está muy lejos de la humildad de Madre Clara María hablarnos impúdicamente de su vida espiritual algo personal e íntimo, se trata de una visión poética llena de la devoción a la Madre de Dios, y Madre Nuestra, que fue central en la vida de la Sierva de Dios Madre Clarita de  Jesús; tan central como lo dice el Papa Francisco, que Cristo y María se hallan indisolublemente unidas, de modo que nos sucede lo que a los Pastores de Belén que junto a Jesús siempre hallamos a María y Ella siempre nos conducirá a Jesús.

En cuanto al manto es una parte del hábito de los carmelitas y de las carmelitas descalzos, también es el traje de la Virgen del Carmen; el hábito tiene una  capa blanca larga, hasta los tobillos, más o menos, hermosa. La capa de la Virgen ha significado su ternura y protección. Son muchos los cuadros en que un grupo de religiosos o religiosas aparecen cubiertos con el manto de la Sma. Virgen María

Naturalmente, y siguiendo con la comparación con el Profeta de Fuego, lo que la oración contemplativa de Elías logra con ver a María en la nubecilla, lo logra la fe de Madre Clara María y su esperanza, por ello es regalada con la gratificante visión poética de la Virgen María. Así queda patente la estrecha relación entre el Antiguo y Nuevo Testamento, este es sólo sombra de las cosas por venir. En este sentido la fe es protección para la Madre, fe en Cristo y en la poderosa intercesión de su virginal Madre.

Recordando a Moisés y Elías, Madre Clara, ve tan sólo el manto de la Virgen, porque en esta vida la visión de lo divino es limitada, nuestros sentidos no logran captar más que tres dimensione. Es apenas un atisbo, como Moisés que solamente vió la espalda de Dios.

Cuenta San Alfonso en Las Glorias de María el caso de un religioso, gran devoto de María, que ardía en deseos de ver en visión a la Virgen, así fue que mientras oraba se le apareció la Sma. Virgen María, el religioso estaba exultante de gozo, pero al cesar la visión, descubrió con dolor, que estaba tuerto. Aun así deseaba ver por segunda vez a María y así fue, pero en esta ocasión quedó ciego, pero ciego y todo pedía en oración ver a la Madre de Dios, y María se le apareció una tercera vez, pero en esta ocasión recuperó totalmente la vista.

Luego, recuerda otra escena de la vida de Elías poco anterior a la vistación de la nubecilla, cuando envía a su criado, que Madre Clarita llama “nuncio del feliz  profeta”, sube siete veces a la cima de un monte  en obediencia al mandato del Profeta y en premio a su obediencia y perseverancia merece columbrar a la nubecilla-María del Carmen.

Yo voy en pos de tí, ¡Madre querida!

Ha muchos años que te busca ni alma,

Envía al Profeta que me diga

¡Prosigue! ¡Ya tu dicha está cercana!.

Así como el creyente es un seguidor más o menos cercano de Jesús, Madre Clarita se define además como seguidora-imitadora de la Sma. Virgen María. Es más, concibe su propia vida como la búsqueda de un encuentro con María: ¿Adónde te escondiste amado?

La razón de ésta denodada búsqueda es el amor mariano, nos dice la Sierva de Dios: “tu santo amor me tiene aprisionada”. Esta expresión nos recuerda a la esposa del Cantar de los Cantares que dice: “En mi lecho, por la noche, he buscado al Amado de mi alma y no lo he encontrado.”

Después, Madre Clara María, vuelve a retomar la figura del Profeta Elías, que le es tan entrañable, tanto que lo eligió como uno de los patronos de sus Carmelitas de San José. Revive aquellas célebres jornadas que realizó angustiado Elías, hacia el Monte Horeb, pues la malvada reina Jezabel había ordenado su muerte en venganza por la muerte de los sacerdotes de Baal.

El Profeta peregrina hacia el lugar donde espera encontrarse con Dios, fuente de todo consuelo y protector de los débiles. Pero ahora la que camina es ella que va en pos de María, entonces pide la ayuda anímica del Profeta Elías, para que le diga, como consuelo en su largo y problemático caminar: ¡ Prosigue ¡ ¡ ya tu dicha está cercana ¡

La perseverancia en la oración, según Santa Teresa de Jesús, es el secreto del éxito en la vida espiritual; el encuentro con María, cualquiera que sea éste, está cercano y la consecuencia de amarla y desear el encuentro es la vida eterna.

María recompensa a sus devotos socorriéndolos en su peligroso caminar por este mundo hacia el cielo, que es la patria verdadera.

A este efecto, piensa Madre Clara María, la Santísima Virgen tiene un “precioso pergamino” en que va escribiendo los nombres de sus verdaderos creyentes, aquellos que han descubierto los caminos de la auténtica devoción-imitación mariana.

Ese pergamino nos recuerda los libros en que se anotaba el nombre de los que iban ingresando en la Orden Tercera de Nuestra Señora del Monte Carmelo; también nos recuerda el libro en que están inscritos los salvados, los  Evangelios Sinópticos y el rollo del Apocalípsis que es dulce al paladar pero amarga el estómago.

Flor-61

Roberto Bolaños Aguilar.

Santander, 24 de febrero 2015

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Comentario a la Poesía 1

 A la Virgen de Bethem

niñas

Sentí una emoción indescriptible la primera vez que tuve entre mis manos la versión original de las poesías de Madre Clarita, pues era poner mis manos donde alguna vez las puso ella. Eso sin juzgar de sus valores estéticos y de su técnica poética, pues para ello doctores tiene la Santa Madre Iglesia.

Su letra hermosa, caligráfica, clara, serena, hecha sin prisas es vehículo de alta espiritualidad cristiana. Ella en verdad logró en lenguaje poético transmitir con justeza y sencillez las ideas de la doctrina cristiana, ideal de este estilo de poesía, lo que entre nosotros sólo había logrado el Padre Bernal.

Sin duda, una de sus poesías más logradas es la que lleva por título A la Virgen de Betlem, que es una hermosa paráfrasis de la oración tradicional de la salve.

Sin pretensiones de gran poeta, Madre Clarita comienza afirmando con contundencia que sólo los amores de Dios comprende.

Es claro que la Sierva de Dios quiere delimitar bien su campo, que no es el de la mera literatura, sino el de la experiencia de Dios, que trasciende los límites de la razón, pues trata de expresar una vivencia de fe.

Ya lo dijo San Juan de la Cruz, que la experiencia de intimidad con Dios:

Es un sublime sentir,

Un sentir no sabiendo,

Toda ciencia trascendiendo.

 Y Santo Tomás de Aquino piensa que hay dos tipos de conocimiento; uno discursivo, que tiene como instrumento la razón, y el otro directo e inmediato que tiene como causa la intuición; en ese sentido hemos de entender el “Sólo los amores de Dios comprendo”, por la autorrevelación de Dios en la persona del creyen

Acaso Madre Clarita, recordara con nostalgia su vocación poética, pero su seguimiento de Cristo le pide dejarlo todo, aun la lícita poesía religiosa; al parecer hubo una época de su vida, más productiva en este sentido.

Ella ocupa un interesante recurso poético para introducir su poesía. Se imagina, que escucha un eco (una voz eca) que le recuerda su condición de poeta. Ella escuchando tal voz se siente halagada (hueca) y, sin llegar a la vanidad, es decir sin comprender lo que la voz le dice, pues quiere dejar claro que sólo el amor de       Dios le interesa, hace de su poesía una oración, sublimación la llamaría S. Freud.

Una tarde, recuerdo;…

Oí que una voz eca (el eco de una voz)

Me arguía de poetisa;

Y yo muy hueca

Recibía los loores,

De cosas que no entiendo,

pues sólo los amores

de Dios comprendo.

Pero sentime ufana,

Al cabo…y atrevida

Un día de la mañana,

Pulsé mi lira

Que, aunque ya destemplada,

Y envejecida,

Me dió sus acordes:

 Madre Clara María no solía fechar sus poesías, sobre todo en las versiones corregidas, por eso cuando las leemos nos preguntamos ante sus escritos ¿y esta poesía cuándo la escribió? Evidentemente las circunstancias históricas, se nos escapan y las biográficas también, por eso sólo podemos elucubrar sobre la fecha de composición de sus poesías.

Imaginamos que “A Nuestra Señora de Belén”  fué escrita ya tarde en la vida de Madre Clara María, ya era religiosa en el convento de Belén (1916), antes del terremoto de 1919. La veneración devota  a la Virgen de Belén  está centrada en el antiguo Convento de Belén fundado por los Padre Capuchinos y tiene relación directa con la        Divina Pastora.

La misma Autora habla poéticamente de una lira envejecida y ya desafinada por el desuso. De modo que se puede deducir que pasó muchos años sin pulsar su lira poética. Pero la Virgen María, en el misterio de Belén, bien vale la pena (pues tanto es tu valer, que para nos valer, si nos vales).

Es un momento de mucha tensión poética en el que llega la necesaria inspiración poética (las musas) y pulsando la lira (que nos recuerda cuando la declamación era acompañada por la lira), de su instrumento musical brotan los primeros acordes de su poesía, en realidad de su alma, su poesía no es una mera forma sin alma, ella puede ser definida como poesía del corazón (recordemos el pensamiento de Blas Pascal: el corazón tiene razones que la razón no entiende).

Su estructura formal es muy sencilla, se trata más bien de una oración poetizada, que expresa la devoción mariana de su Autora. Es simplemente una paráfrasis de la oración tradicional que data del siglo XIII, y que algunos atribuyen a San Bernardo de Claraval. Teológica y piadosamente fué comentada por San Alfonso Mª. de Ligorio en sus inmortales “Glorias de María”.

Tres cosas comienza invocando Madre Clara María:

1  La primera expresión, pretende llamar la atención de la Virgen:  ¡Salve Regina!. María es reina, porque su divino Hijo es el Rey de Reyes, pero es reina no de justicia sino de misericordia.  Como a una reina la saluda: ¡Dios te salve!

 2  La segunda expresión de la Autora la invoca como Madre, cuya característica principal es la misericordia, la ternura por sus hijos, el amor entrañable. Entre las cosas que la Virgen María dijo a San Juan Diego en el Tepeyac, recoge el Nican Mopohua, es: no estoy yo aquí que soy tu Madre.

 3  Y la tercera, es la más personalizada. Sí María es la Madre de todos los que creemos en Cristo, es mi madre. La experiencia de la maternidad de María es fundamental en la espiritualidad mariana de Madre Clara María de Jesús.

 Cuenta el teólogo Ruffini en su “Vademecum de Ejemplos Predicables”, que muchas veces me sacó de apuros, que se encontraba Don Bosco conversando con un grupo de pequeños desharapados y les preguntó: ¿quién es María?

 Uno respondió rápidamente: ¡es la Madre de Dios¡. Bien, respondió el santo, pero la respuesta es incompleta.

Otro chico dijo: ¡María es Madre de Cristo y de todos los cristianos!. Mmmmm…musitó Don Bosco…algo falta a tu respuesta.

 Finalmente les dijo: María es mi madre. Ella tiene una relación de maternidad con cada uno de nosotros.

 Madre Clara María no habla de oídas, ni de lo que  ha leído, habla desde la experiencia, de alguien que la ha acompañado a lo largo de su vida y cuya presencia ha sentido en los momentos más difíciles de ella, como cuando, recién abandonada por su esposo, murió en sus brazos su pequeña hija Francisca Mercedes.

 Evidentemente, el lugar donde nace nuestra oración la contextualiza, la encarna. En ese sentido no será lo mismo orar desde la soberbia Londres que hacerlo desde la violenta San Salvador. Oramos desde nuestra vida y peculiar situación.

 Siguiendo la pauta marcada por la Salve, Madre Clara María señala como lugar donde nace su imploración, a Tí clamamos, a Tí suspiramos gimiendo y llorando, el mundo en su carácter existencial: un valle de lágrimas y miserias, de dolores y de afanes, el Edén era un valle de delicias, el mundo un valle de lágrimas.

 La razón espiritual por la que este mundo es un valle de dolores, para merecer quizá sería mejor decir, es el alejamiento de Dios por el pecado, que es la herencia maldita de Adán y Eva-Ave. 

Clamo a tí, Virgen bendita,

Desterrada [1]en este valle

De lágrimas y miseria, de dolores y de afanes,

Que me legó Eva primera,

Con el pecado culpable…..

 En la oración de petición, a Dios agrada nuestra súplica, y hasta nuestra insistencia, saber qué y cómo pedirle a Dios lo que necesitamos es lo más difícil,  es necesario establecer una prioridad entre lo espiritual y lo material necesario; naturalmente hay cosas que el Señor no va a negarnos, como el Divino Espíritu, porque sabe que las necesitamos para alcanzar la meta de nuestra existencia que es la salvación, lo demás será una añadidura. Madre Clara María sabe esto, por eso en su oración poética pide salvarse por la misericordia de Dios:

¡¡Dulcísima Medianera!!

¡¡Concédeme que me salve!!

 Sabe que el Padre Dios, y más la Virgen María no le negarán nada que les pida por su Hijo, por eso dice a María Santísima:

Vuelve, Señora, tus ojos

Y por el Bendito Fruto,

De tus entrañas ¡oh Madre!,

Clemente escucha mis ruegos,

¡¡Dulcísima Medianera!!

¡¡Concédeme que me salve!!

 Madre Clarita sabe perfectamente que “no hay otro Nombre en el cielo y en la tierra por el cual podamos salvarnos que el de Jesucristo”, Él es único Mediador entre Dios y el hombre, pero como enseña el Concilio Vaticano II que, tanto María como la Iglesia, son mediadoras de gracia.

 Pero que sus mediaciones han de entenderse en la mediación única de Cristo.”  Experiencialmente, la Sierva de Dios, sabe que para llegar a Cristo la vía más recta es por María, por ello refugiándose en la celestial protección de tan gran Señora espera y confía.

 Sin embargo el amor de Madre Clara María, a quien llama su Madre, “vuelve Señora tus ojos; a esta tu hija miserable”, reserva el título de Mediador exclusivo, pero en esa única mediación, la mediación de María es prominente, destacada; por eso, le conviene el título único de Medianera. Sin haber cursado la teología, ni hecho estudios especiales de Mariología, teológicamente hila muy fino en su poesía.

 El fin de refugiarse bajo el manto de María es finalmente alcanzar la meta: ver a Dios. Tú y yo sabemos que sólo los limpios de corazón verán a Dios ¿no esa nuestra máxima aspiración?

 Dos imágenes usa Madre Clara María para expresar la vida beatífica en el cielo.

Maria

 La primera es muy hermosa, se trata de pedirle a la Virgen que nos muestre a Jesús; otra tiene que ver con los pechos que ella califica de purísimos, que le amamantaron, y el seno virginal que le acogió; la maternidad divina y humana tienen así que ver con la suprema libertad de acoger una vida que no es propia, ni una excrecencia del propio cuerpo, pero que tiene un lugar dentro de los planes salvíficos del Padre Dios.

 El mayor anhelo de Madre Clara María es ver a Dios, ir al cielo, en otras palabras, por eso, recurre a la intercesión orante ante María, pues sabe perfectamente que sin la ayuda de la gracia (María es la Llena de Gracia) el esfuerzo humano por salvarse es inútil: 

Para que haciéndome digna,

De las promesas, alcance,

De tu Hijo bendítisimo,

Ir a la gloria a gozarle.

Al llegar a poseer y gozar a Dios, cumplida la meta, qué descanso y regocijo, ya todo será alabanza de Cristo, por su misericordia, y de las grandezas de María. En una hermosa estrofa se imagina los gozos celestiales, en que ella, en compañía de los coros angélicos entonará con su vieja lira ¡Salve!¡Salve!.

 Vuelta la mirada “a este valle de lágrimas y de miserias” en donde su oración se torna petición de socorro, sobre todo. En un místico intercambio con los pastores de Belén y con los santos Reyes Magos y presenta en lugar de sus donecillos sus oraciones llenas de fuego (fervientes) y en vez del oro, el incienso y la mirra de los Reyes Magos ofrece sus amarguras, su amor y su oración ardiente. 

magos

En realidad, la poesía-oración de la Sierva de Dios nos habla de su entrañable oración mariana y expresa su convicción de ser hija de María a quien acude en busca de gracia para vencer en la lucha que es la vida cristiana.

 A un fariseo que preguntó a Jesús ¿quién es mi prójimo? El Señor le contestó narrando la historia del hombre malherido por los ladrones y socorrido por un samaritano que lo trató como su prójimo. Al finalizar le dijo: “Ahora vete y haz tú lo mismo.”

 Esta poesía nos muestra no sólo cuán admirable es en Madre Clara María la devoción y confianza marianas, sino para que nosotros, cristianos del siglo XXI hagamos lo mismo.

Maria5

Roberto Bolaños Aguilar.

Santander, Noviembre 2014



[1]    La nostalgia del paraíso, el sentirse como alguien que está lejos de su tierra, es común en los espíritus más sensibles. San Pablo afirma que somos ciudadanos del cielo.

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POEMA A MADRE CLARITA,

MARTES 12 DE AGOSTO DE 2014

Desde Colombia con cariño a Madre Clarita

A NUESTRA FUNDADORA MADRE CLARITA
M.Clarita1 

A nuestra Madre Fundadora mil gracias damos hoy

 en este día de fiesta por su entrega, ayuda y atención.

 

En una ciudad de El Salvador , una pequeña fue a nacer    

   llena de gracia, nobleza y sensatez, para llenar al mundo con su sencillez.

 

Tú de niña muy pequeña, a tu madre obedecías  

    con prontitud y entusiasmo, siempre estuviste sumisa.

 

Dando crédito a tus frases  “COMO USTED DIGA MAMÁ”     

     se encontraba Madre Clarita, obedeciendo sin renegar.

 

Ya de joven, tu muy grande, decidiste entregarte

  a la obra misionera, para huérfanos ayudarles.

 

Con obediencia y sumisión, a nuestro Cristo Redentor       

  entregaste tu corazón, para enseñarnos hoy 

    el valor de la oración.

 

Siguiendo la obra misionera, a las Carmelitas tu creaste     

    para entregarle a Cristo, un inmenso homenaje.

 

  A muchas personas ayudaste,  llevando a la comunidad           

 a extremos inolvidables.

 

Está llagando el Centenario, el cual vamos a celebrarlo      

 recordando tus palabras, regalando a Dios tu casa, tu corazón y tu vida 

Madre Clarita 

 

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Meditación 20

manos

MADRE CLARA MARÍA QUIRÓS

Y LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU.

Recuerdo que en el año de mi Noviciado se nos enseñaron algunas técnicas de meditación en un libro llamado “Caminos de Libertad”. Una de esas técnicas, el libro estaba muy influido por la espiritualidad oriental, consistía en fijar la mirada atenta en una fotografía de un paisaje o de una persona, eso conducía a crear una relajación mental y espiritual que favorecía la meditación y la oración. El otro día contemplaba de modo receptivo una fotografía de Madre Clara María, Me centré casi exclusivamente en su mirada.

Sin duda era una mirada profunda, clara, transparente, pero sí es cierto eso que dicen que la mirada es ventana del alma, en esa mirada había algo más…

Lo primero que se me vino a la mente fue la Bienaventuranza proclamada por el Señor Jesús: ¡Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios!

Naturalmente de esa limpieza del corazón a la que se le promete la visión beatífica nos hablan los ojos de Madre Clara.

MADRE CLARITA

Su mirada habla de los frutos del Espíritu que, en oposición a los frutos de la carne, nos habla San Pablo en su hermosa Carta a los Gálatas.

“Los frutos del Espíritu es caridad, alegría, paz, comprensión de los demás, generosidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí mismo. Estas son cosas que no condena ninguna ley.”  (Gál 5, 22-23)

En algunos sitios el Evangelio habla de que es necesario dar frutos que hemos de dar para alcanzar la vida eterna.  Esto aparece claro en la enseñanza de Jesús sobre la Higuera Estéril y en la Parábola de La Vid y los Sarmientos.

La importancia de los frutos, que en otra parte se llaman frutos de conversión (Mt 3,8), es destacada en el Evangelio de San Juan, cuando compara al cristiano que ha sido injertado en Cristo con los sarmientos y Jesús con la vid que los alimenta y sostiene. “Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. Toda rama que no de fruto la corta. Y todo sarmiento que no de fruto lo limpia para que dé más fruto.” (Jn  15, 1-2) La misericordia y la paciencia de Jesús quedan patentes en el relato de la “Higuera que No Da Fruto”: “Un hombre tenía una higuera que crecía en medio de su viña. Fue a buscar higos, pero no los halló. Dijo entonces al viñador: mira hace tres años que vengo a buscar higos a esta higuera, pero nunca encuentro nada. Córtala, porque está consumiendo la tierra inútilmente. El viñador contesto: Señor, déjala un año más y mientras tanto cavaré alrededor y le echaré abono. Puede ser que así de fruto y, sí no, la cortas. (Lc 13, 6-9)

En esto de dar frutos, no es tan importante la cantidad, 100%, 60% o 30 %, sino la calidad de la tierra. El sembrador siembra la semilla, el fruto depende de la bondad o maldad de la tierra. Es decir, los frutos del Espíritu dependerán de que lo dejemos actuar en nuestra vida. (dejarse guiar por el Espíritu). Sin nuestra colaboración, el Espíritu es como un pájaro con las alas atadas que no puede remontar el vuelo.

La Escritura, lógicamente, no se preocupa de dar definiciones ni siquiera aproximaciones conceptuales, por eso acudimos al Catecismo de la Iglesia Católica en busca de ella. El número 736 nos  dice: “Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. El  que nos ha injertado en la Vid verdadera hará que demos  el “fruto del Espíritu que es caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza….”

  De modo que los frutos del Espíritu es el resultado de la acción de Dios en nosotros. Hemos sido destinados a producir estos frutos, tal como lo dice Jesús en el Evangelio: “Os he destinado para que deis fruto, y vuestro fruto permanezca.” (Jn 15, 17)

Los frutos del Espíritu Santo tienen una clara perspectiva de plenitud escatológica. Es el famoso árbol de la vida que estaba en el centro del Jardín del Edén, frutos del Espíritu es sinónimo de vida verdadera, también el Profeta Ezequiel, al describir el nuevo templo de Jerusalén, habla de los árboles plantados a la orilla del torrente de agua viva que brota del templo, nos dice que sus hojas siempre están verdes y producen fruto todo el año: “En los márgenes del torrente, desde principio a fin, crecerán toda clase de árboles frutales; su follaje no se secara, tendrán frutas en cualquier estación. Producirán todos los meses, gracias a esa agua que viene del santuario. La gente se alimentará con sus frutos y sus hojas les servirán de remedio.” (Ez 47, 12)

En la vida de Madre Clara María podemos ver operantes, lejos de teorías, los frutos del Espíritu Santo en nuestra vida cotidiana.. Es más, podemos decir que su vida entera es un dejarse guiar por el Espíritu Santo, demostrando una vez más su condición de hija por el espíritu de adopción que hemos recibido.

Al hablar de frutos del Espíritu, San Pablo, no los enumera taxativamente, es decir, no debemos suponer que sólo esos dones que menciona existen. El Espíritu Santo es libertad, por eso el Nuevo Testamento lo compara con el viento “que lo sentimos soplar pero no sabemos adónde va ni de dónde viene”.

La conclusión que se impone es que hay incontables frutos del Espíritu, pero no debemos aceptar como tales sino aquellos que han sido debidamente comprobados por la comunidad. ¿Ese don te trae paz espiritual?

Los dones del Espíritu han de ser contextualizados dentro de la tensa lucha entre la carne y el espíritu para ser bien comprendidos. Dice San Pablo a los Gálatas: “Los que pertenecen (subrayo la palabra pertenecen) a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus impulsos y deseos. Sí ahora vivimos según el espíritu, dejémonos guiar por el Espíritu…” (Gál. 5, 24-25)

De tal modo que entre más nos dejemos guiar por el Espíritu más iremos progresando en nuestra vida espiritual. Porque Al encontrar una persona dócil a sus mociones el divino Espíritu va aumentando sus gracias, porque al tiene mucho más se le dará, pero al que tiene poco se le quitará hasta lo que cree tener.

Es evidente que la gran inspiración del Espíritu a Madre Clara María es la fundación de las Carmelitas de San José, pero a nivel más personal la podemos descubrir como una mujer llena del Espíritu. Los Fundadores de Institutos Religiosos fueron y son hombres y mujeres llenos del Espíritu.

Releyendo, desde esta perspectiva, a las biógrafas primeras de Madre Clara María, nos hablan de los frutos del Espíritu, como de las virtudes que adornaron la vida de la Sierva de Dios, pero nosotros sabemos por experiencia que “Sin Cristo no podemos dar frutos” (sinne me nihil potestis facere). El salmo 85 lo afirma claramente cuando dice: “El Señor dará la  lluvia y nuestra tierra dará sus frutos”.

Sin duda los frutos del Espíritu suponen como base una vida entera de mortificación. No se suele hablar de la vida ascética de Madre Clara María, como tampoco se hace de su vida mística, pero su actitud de abnegación hemos de suponerla cuando contemplamos sus frutos ubérrimos, porque el árbol malo no puede producir frutos buenos.

Flor-61

Entre las actitudes que Madre Genoveva del Buen Pastor y Madre Magdalena del Sagrado Corazón recuerdan de forma especial en Madre Clara destacan su caridad universal, lo mismo ayuda a hombres y mujeres, a niños en peligro moral de corrupción y a  niñas, a justos y pecadores, todos tienen cabida en su inmenso corazón de madre, también se resalta su alegría o gozo espiritual que no es la alegría superficial de las personas, sino el saber en su interior que en esperanza está salvada. El perfecto amor excluye todo temor, siempre hemos reparado con admiración en su actitud ante la muerte. Después de un ataque al corazón les dice a sus hermanas: ¿por qué no me dejaron ir? Y cuando ya enferma seguía trabajando le decían sus hermanas: ¡Madre, descanse!, solía responder con naturalidad: mi descanso será en el cielo.

Dirá Madre Genoveva del Buen Pastor, refiriéndose a las primeras Carmelitas de San José que eran verdaderas maestras de virtudes, yo simplemente diría que estando tan próximas a la Fundadora y al big bang fundacional constituían un grupo de mujeres abiertas al Espíritu. Al escrito de Madre Genoveva yo le llamo las verdaderas florecillas de Madre Clara, en recuerdo de Tomás Celano primer biógrafo de San Francisco de Asís.

Sus disposiciones espirituales, frutos y virtudes, nos dirá Madre Magdalena Barreto, hacen a Madre Clara María una de esas personas que atraen: “El orden, la alegría, la sinceridad y franqueza, el buen trato y la sensibilidad….”.

“…Era muy humilde y sencilla y amante de la vida fraterna…”

“Trabajaba día y noche y no por eso dejaba sus prácticas de piedad, que era el pan que la robustecía y la sostenía.”

Continúa Madre Magdalena: “De ahí, el género de vida que abrazó, sobrio, austero, y espíritu de servicio incondicionalmente…..”

Sin embargo, el fruto del Espíritu que más llama la atención en Madre Clarita es su tremendo equilibrio personal, la armonía entre su vida individual y su vida comunitaria, la madurez con que asume su pasado, la confianza en Dios con que mira al futuro, en una palabra el realismo y la ponderación que manifiesta en su vida entera.

Dominio de sí misma, bondad, generosidad, mansedumbre, de todos esos frutos del Espíritu podemos hallar ejemplo en su vida, pero exceden los estrechos límites de éstas líneas.

 

ROBERTO BOLAÑOS AGUILAR.

 

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Meditación 19

Meditación 19

Madre Clara María de Jesús

y la Vida Teologal.

1. María Zambrano, destacada filósofa española, en su libro “El Hombre y lo Divino”, establece que en la estructura más íntima de los hombres y las mujeres existe una dimensión teológica, lo mismo que existe una dimensión política, económica o ética. Esto quiere decir que, por su misma naturaleza el hombre y la mujer están referidos a Dios. Esta verdad humana el Concilio Vaticano II la expresa de manera muy hermosa cuando dice que el hombre está llamado a vivir en comunión con Dios, esto es, a ser uno con su Dios, no por la naturaleza, pero sí por el amor y la uniformidad con la voluntad de Dios. Desde este punto de vista podemos hablar del hombre como una realidad teológica.

La constatación de la anterior afirmación la hacen los filósofos de la religión al fundamentar desde la razón el fenómeno religioso y la apertura del hombre a la trascendencia divina, una apertura que naturalmente supone también la apertura a la trascendencia de los otros, como prójimos; de igual manera podemos recordar que la Historia de las Religiones también constata con sus propios métodos, que a lo largo de la historia de la humanidad, todos los pueblos y en todas las épocas los seres humanos han buscado a Dios, han intentado relacionarse con él y han querido darle culto y tenerlo favorable a través de ofrendas y sacrificios. En la historia no existe un solo pueblo ateo, ni siquiera en aquella época en que el marxismo triunfante imponía a los pueblos el ateísmo y les privaba de su libertad religiosa. El ateísmo es un snobismo de la modernidad, un sueño de la razón.

 Para cada hombre y cada mujer la experiencia de Dios es necesaria y aquello en quienes falta, son seres humanos incompletos, no plenificados por el encuentro amoroso con Dios.

 Acaso la primera experiencia de Dios que tengamos los humanos es la de su ausencia; nos damos cuenta, en los escasos momentos de interioridad que tenemos, que hay algo que falta en nuestra vida, algo que presentimos como muy importante, es más, como absolutamente necesario como el aire para la vida, y tenemos la sensación de ahogo existencial. Quizás por eso, la entera vida humana puede ser definida como una búsqueda. El Cantar de los Cantares nos presenta a la amada que encendida de amor por su Amado sale en su búsqueda: Por la noche, en mi lecho, busqué al amado de mi alma, búsquelo y no lo encontré. Me levanté y salí a buscarlo por la ciudad…

 La dialéctica de la vida espiritual y amorosa es precisamente: Búsqueda, encuentro, búsqueda, encuentro.

 Es claro que esta relación búsqueda-encuentro en el cristianismo se vuelve un tanto más compleja, porque no es sólo el hombre el que anda a la búsqueda de Dios, sino que también Dios es Alguien que busca revelarse a los hombres saliendo a su encuentro; es decir, en las religiones reveladas es Dios que se hace el encontradizo.

 El libro del Éxodo recoge, en el episodio de la zarza que arde sin consumirse, nos muestra lo que podríamos llamar el paradigma del encuentro del hombre con Dios, o, ¿no sería mejor decir de Dios con el hombre?

 Todos conocemos la historia y el estado anímico de un hombre, Moisés, que había pasado de ser Príncipe de Egipto, a ser un desterrado, perseguido por la justicia, extranjero en el territorio de Madián. Refiere el Éxodo que un día, estando cuidando los rebaños de Jetró, su suegro, en las faldas del Monte Sinaí, una elevación impresionante en medio de un desierto, contempla el extraño espectáculo de un arbusto de zarza que ardía sin consumirse; lo interesante no era la zarza que ardía, sino que ardiera sin consumirse.

 En la vida humana Dios ejerce una fascinación tan grande, que todo lo que a él se refiere despierta en nosotros un tremendo interés. La Escritura refiere que el Rey Herodes Antipas al escuchar lo que Jesús hacía, tenía curiosidad por conocerlo. Lástima que para muchas personas Dios sea sólo un objeto de curiosidad, pero no influya en sus vidas para nada.

 Movido por el interés en la zarza ardiendo, Moisés se acerca al lugar donde se encontraba, pero en cuanto se aproximó escuchó una voz que decía: Quítate las sandalias porque el lugar que pisas es sagrado.

 ¿Quién es el que encuentra a Dios? ¡El que se quita las sandalias! Recordemos que en el mundo antiguo los que usaban sandalias eran solo las personas de alcurnia, los pobres andaban descalzos; de manera que quitarse las sandalias era un acto de profunda humildad, casi como desnudarse, para ponerse tal cual se es delante de la divinidad. Dios se oculta a los soberbios y muestra su rostro a la gente humilde.

 Así, desde la más profunda humildad, es como el hombre y la mujer pueden encontrarse con Dios. Moisés entabla un diálogo con Dios. En el momento culminante, Moisés le hace a Yahvé, la pregunta con la que comienza cualquier amistad o cualquier relación de amor: ¿Quién eres? A lo que Yahvé responde con esa brumosa y misteriosa respuesta que tanto hizo meditar a San Agustín: Ego sum qui sum. Yo soy el que soy, que era como decirle yo soy el inefable, el incognoscible, el misterio supremo, el único ser necesario, el que es por excelencia. Yo soy el que seré para ti.

 Descubrir a Dios es para el ser humano la experiencia más gratificante que pueda tener, porque es encontrarse con Aquél que puede dar sentido a su vida y a todo lo que acontece en ella, que puede darle la felicidad y la plenitud que no pueden darle las criaturas caducas. Encontrar a Dios, dirá, el Evangelio es encontrar el “tesoro escondido”, “la perla preciosa”, la “margarita sin par”.

 Algunas veces, sin embargo, pareciera que no somos nosotros quienes encontramos con Dios, sino Él quien nos encuentra a pesar de lo mucho que nos escondemos de su mirada. En los Evangelios casi siempre el Padre aparece como quien toma la iniciativa de ir en nuestra busca, basta recordar las maravillosas parábolas de la Misericordia: la Ovejita perdida y el Hijo Pródigo. (Lucas, 15)

 Con razón dice San Agustín en sus “Confesiones”: Nos has hecho para Ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en ti.”

 El encuentro con Dios no es sólo uno, el primero es sólo la gracia inicial, como en el caso de la Conversión de San Pablo, y de tantos otros hombres y mujeres a lo largo de la historia, más bien deberíamos hablar de encuentros con Dios a lo largo de nuestra vida, que van profundizando nuestro conocimiento de Él, ahondando nuestra amistad y haciéndonos crecer en gracia y santidad. En todo caso, a pesar del pecado, Dios siempre está dispuesto a iniciar de nuevo, a darnos una nueva oportunidad.

 2. En la vida y espiritualidad de Madre Clara María, resulta evidente la estructura teológica de la persona humana. De hecho la síntesis de su vida queda expresada en aquella frase referida a Jesús presente en la Santísima Eucaristía: Todo lo mejor para Jesús.

 Hemos afirmada que la dimensión teológica de la vida de una persona se concreta en su referencia constante y auténtica a la divinidad. Ciertamente el día más importante en la vida de un cristiano, fuera de otros días también importantes, es el de su bautismo, porque es el día en que es adoptado como hijo por Dios y toda su existencia llamada a morar en la intimidad de la Santísima Trinidad, es decir, a vivir en comunión con Dios.

 El 31 de octubre de 1957, la pequeña Clara del Carmen fue llevada al Templo de Santo Domingo, conocido como La Central, y en una ceremonia íntima, el sacerdote derramó sobre su cabecita el agua de la vida, haciéndola hija del Padre Dios y miembro de la Iglesia de Jesucristo.

 Aquel día toda la existencia de la Niña quedó transformada en Cristo. Este primer encuentro de Clara del Carmen con Dios, un encuentro del que posiblemente no recordara nada, fue tan hondo que con la efusión del Espíritu recibió también las Virtudes Teologales para que dieran vida y eficacia a su respuesta al amor de Dios. Por eso se nos enseña que el sacramento del bautismo imprime carácter, porque definitivamente nos vincula para siempre al amor de Dios.

 La obra de Dios en la persona dependerá en mucho de la respuesta de cada uno al misterio de la gracia, que no es otra cosa que el amor de Dios operando en nuestra vida. Allí está la diferencia entre los santos y los creyentes mediocres; el santo da a la gracia una respuesta radical, generosa, total, nosotros en cambio respondemos a medias, fríamente, con cálculos, etc.

 Madre Clara María desde su más tierna infancia abrió su corazón a la experiencia de Dios, de modo que se dejó transformar gradualmente por el amor de Dios expresado en forma de gracia, hasta dar, como dirá el Apóstol Pablo, la medida de Cristo en su madurez.

 Es claro que esta respuesta al amor de Dios y a su deseo de salvarnos ha de ir reafirmándose y consolidándose con el tiempo, sobre todo, en los grandes momentos de crisis, de dolor y también de gozo y alegría.

 Creo que en la vida de nuestra Santa Fundadora hay tres momentos fuertes en los que su decisión por abrirse a la acción santificadora de Dios definió para siempre su vida.

 Madre Clara fue al matrimonio con la inocencia de un niño y la pureza de un ángel, dirá su biógrafa Madre Genoveva del Buen Pastor; yo, sin embargo diría, que no sólo fue pura e inocente, sino también dispuesta al sufrimiento porque tal matrimonio contrariaba su más íntimo deseo de consagrarse a Dios en la Vida Religiosa.

 Si ya desde niña, Dios la había hecho beber el cáliz del sufrimiento, en un querer asimilarla con él por el camino de la cruz, los años de su vida de casada fueron años de sufrimiento y de cruz, unida, por el deseo de su madre a un hombre que nunca estuvo a la altura de su vida espiritual.

 Sin embargo, de manera absolutamente heroica y excepcional asume aquella cruz que para ella expresa la voluntad de Dios. Nunca una queja, nunca un reproche, nunca levanta la voz, de manera que a los ojos de todo aquél es un matrimonio feliz. El mismo Alfredo Alvarado manifiesta en uno de los pocos momentos en que no se miente a sí mismo, que “en once años de matrimonio no ha tenido el menor motivo de queja”.

 Aquel matrimonio desdichado es para Doña Clara del Carmen, la ocasión de un encuentro cada día en mayor profundidad con Dios. La cruz no se puede llevar con fruto sino es estrechamente unida a Dios. Es él quien la reviste del Don de Fortaleza, quien fundamenta su vida como una roca firme, quien le enseña el valor espiritual del sufrimiento y, además, quien le da la convicción de que a la luz sólo se llega por el camino de la cruz.

 El segundo momento crucial en la vida de Madre Clara es su encuentro con la Santísima Virgen María a través de las Hermandades de Nuestra Señora de Los Dolores y de la Virgen del Carmen.

 Con frecuencia, en nuestra vida María está presente de manera más o menos clara, más o menos consciente, pero en un momento dado nos encontramos con el amor de María que viene a trastocar nuestra manera de ser creyentes.

 El Papa Juan Pablo II nos invitaba hace algunos años a contemplar a Cristo para amarlo más y adentrarnos con Él en el misterio de la Redención. Este es uno de los retos que la Iglesia y los creyentes hemos de asumir en los inicios de este Tercer Milenio (Tertio Millenio Ineunte) en el que queramos o no tenemos que adentrarnos. Sin embargo, el mismo Papa, en su Carta sobre el Santísimo Rosario de la Virgen María, nos invitaba a mirar a Cristo con los ojos de María. La idea es genial, pero, ¿cómo miran a su Hijo los ojos de esta Santísima Madre?… con un amor de entrega incondicional que recuerda el inmenso SÍ del día de la Anunciación.

 Anotarse en las Hermandades mariana de Santa Tecla no sólo destaca que la espiritualidad de Madre Clara María es la del pueblo, ella no pertenece a la Elite que dirigían los Padres Jesuitas. Pero en ese proceso de acercarse a la Santísima Virgen, que hace que la descubra de una manera nueva y más auténtica, la Santa Fundadora aprendió a mirar a Cristo con los ojos de su Madre Santísima. Para Madre Clara hacer esta experiencia no sería nada difícil porque ella sabía perfectamente como miran las madres a sus hijos.

 Por eso, el Padre Alberto Barrios Moneo afirma que fue la devoción mariana la que centró definitivamente la vida de Madre Clara en Cristo Jesús, el Hijo de María.

 El tercer gran momento, y miren que puede haber muchos más, es la fundación de la Congregación de Carmelitas de San José, que llevó a Madre Clara María a ahondar en su consagración bautismal por la consagración total de su persona a Dios en la Vida Consagrada. Ella misma lo expresa en su poesía El Báculo:

Sencillos pastorcitos

Prestadme vuestra voz

Para cantar alegre

TODA SOY DE DIOS.

 La consagración de Madre Clara por medio de los votos religiosos de alguna manera representa el término de su búsqueda de Dios, pero debemos aquí entender término no como fin, sino como encuentro del Amado en quien se reposa para siempre amando cada vez más intensamente.

 Decir que Madre Clara María es una mujer teologal es sólo poner de manifiesto que vivió toda su vida con Dios y para Dios, llegando al final de su vida a ser una imagen viva de nuestro Divino Redentor.

 3. En la vida de toda persona existen ciertos hábitos de bien, que solemos llamar virtudes. Son los actos particulares repetidos los que hacen surgir el hábito, que constituye la forma idéntica de reaccionar ante los estímulos provenientes del entorno.

 Todos hemos oído hablar de las virtudes morales, dentro de las cuales las de mayor importancia son las llamadas virtudes cardinales, que fundamentan a las demás. Las cuatro virtudes cardinales son: justicia, templanza, prudencia y fortaleza.

 También hemos oído hablas de las virtudes teologales, que son la fe, la esperanza y la caridad, y que redimensionan y vitalizan a las virtudes morales haciéndolas un camino de santidad.

 La gracia santificante no es un capital muerto, sino el fundamento de una vida ajustada a Dios, es la participación de la vida divina (2 Pe. 1,4), y, por lo mismo, participación en el conocimiento y en el amor con que el Padre y el Hijo se conocen y se aman en el Espíritu Santo. Esto se evidencia por el noble séquito de la gracia, es decir, por las virtudes teologales, por las que la potencia del alma (razón, voluntad y afectos) quedan habilitadas para la actividad vital de los hijos de Dios.

 Por la fe la inteligencia queda habilitada para ser receptora de las riquezas de la verdad divina; por la esperanza la voluntad, que ansía la felicidad, queda ordenada a la divina bienaventuranza, herencia propia de los hijos de Dios; por la caridad, la facultad de amar, que es también la facultad de apreciar y aceptar los valores, se hace apta para descansar en la unión amorosa con Dios, bien supremo, digno del amor absoluto, pero con un reposo y descanso que es principio de libre actividad.

A la fe, esperanza y caridad se les llama virtudes teologales pues:

 • Solo Dios puede darlas; la única contribución positiva de que el hombre es capaz, consiste en preparar su alma para recibirlas.

• Proporcionan la participación en los bienes propios y exclusivos de Dios; por ella participa el hombre del tesoro de las verdades divinas naturalmente inasequibles, como también de la divina bienaventuranza y de la comunión con la divina caridad.

• Dios mismo es el motivo y el fin (objeto material y formal) de las virtudes teologales. Dios es su fin u objeto material: la fe tiende a Dios en cuanto Dios se conoce a sí mismo y en cuanto es veraz para comunicarle al hombre el tesoro de los misterios de su corazón; la fe tiene a Dios, en cuanto infinitamente dichoso y beatificante; la caridad descansa en Dios, en cuanto digno de un amor absoluto. Dios es también el motivo (objeto formal) de las virtudes teologales: el motivo y el fundamento de la fe es la veracidad de Dios; el de la esperanza la bondad, omnipotencia y fidelidad de Dios, o, en otras palabras, las prometidas riquezas de la divina caridad; el de la caridad, la suma bondad de Dios, digno de un amor absoluto.

 El fin principal de las virtudes teologales no es pertrechar al hombre para su cometido en este mundo – aunque le comunica bríos poderosos para llevarlo a una altura insospechada -, sino para entablar el diálogo con Dios, diálogo que alcanzara su perfección en la eterna bienaventuranza.

 Lo primero que las virtudes teologales están destinadas a elevar y ennoblecer, no son las obras exteriores, sino los sentimientos y las palabras, pues es a Dios a lo que directamente se ordenan; en otros términos, el amor que Dios tiene al hombre y la respuesta que éste le da, tienden directamente a establecer entre Dios y el hombre un activo comercio de amor.

 Pero como las virtudes teologales sorprenden al cristiano en su peregrinación por el mundo, impregnan también todas sus obras exteriores y toda su actuación en el mundo ( o su moralidad entera), dándole el sentido de una respuesta a Dios y de responsabilidad ante Él. Que es como decir que las obras exteriores pedidas por las virtudes morales, si se realizan estando en gracia de Dios, quedarán informadas y animadas por las virtudes teologales y entrarán en el diálogo religioso del hombre con Dios. Entendemos que hay deberes y virtudes morales siempre que el hombre tiene que volver sus manos y su rostro – su alma y su actividad – al mundo, a lo temporal aun cuando se trate de un empeño religioso, cual el empeño de imbuir de espíritu evangélico el ambiente y la sociedad humana: todo ello es actuación moral. Pues bien, por el dinamismo propio de las virtudes teologales la zona de actuación terrenal se trasparenta de tal manera, que el hombre, aunque vuelto hacia el mundo, sigue siempre, en realidad, vuelto hacia Dios.

 Las virtudes teologales nos introducen en el diálogo con Dios pero solo gracias a Cristo y mediante Él. Cristo, Palabra eterna del Padre se convierte en nuestra verdad, en nuestro maestro pero sólo gracias a la fe. La fe dirige nuestro oído interior hacia Cristo y nos lo hace recibir como nuestro Maestro, teniendo entendido que es Cristo quien nos comunica los tesoros de la verdad encerrados en Dios.

 Mediante la esperanza Cristo es el camino que nos lleva a la eterna bienaventuranza. Por su obra redentora Cristo se nos ha revelado y ofrecido como el camino a la bienaventuranza, por su resurrección nos ha puesto ante los ojos el poder infinito de que dispone su amor redentor: he allí las razones que fundamentan nuestra esperanza.

 Cristo es también nuestra vida, por la divina caridad que ha sido infundida en nuestros corazones. Cristo nos patentiza el amor con que nos ama el Padre; Cristo Jesús nos envía el Espíritu Santo que derrama en nuestros corazones la divina caridad, en fin, Cristo Jesús nos hace partícipes de su amor al Padre y del amor que el Padre le profesa a Él, y esto mediante el amoroso misterio de nuestra incorporación a Él.

 En la vida de las personas santas, que son la obra maestra de la gracia y poseyeron las virtudes teologales en grado heroico, es decir, extraordinario, y de manera habitual, podemos ver claramente no sólo la acción del amor de Dios en la persona humana, sino también la plenitud de la vida teologal, es decir, de una existencia toda ella vivida en Dios.

 El gran moralista redentorista Bernard Häring, al hablar de las tres virtudes teologales dice: La tríada de las virtudes teologales, en la unidad de la gracia santificante, es una imagen de la Santísima Trinidad, de la única esencia en las tres personas. Las tres virtudes teologales corresponden también, a las facultades espirituales del hombre, a las de conocer, desear y amar. San Pablo señaló expresamente estas tres virtudes: Ahora permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza y la caridad (1 Co. 13,13) Con ello quiso decir estas virtudes son las condiciones esenciales y permanentes de nuestra vida cristiana. Las manifestaciones todas de la vida cristiana tienen que basarse en estas tres virtudes y amoldarse a ellas.

 El Catecismo de la Iglesia Católica, define a estas virtudes de la siguiente manera:

 La virtud es una disposición habitual y firme para hacer el bien. Las virtudes teologales disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen como origen, motivo y a Dios conocido por la fe, esperado y amado por el mismo.

 Las virtudes teologales son tres: la fe, la esperanza y la caridad. Informan y vivifican, todas las virtudes morales.

 Fe: por la que creemos en Dios y creemos todo lo que Él nos ha revelado y que la Santa Iglesia nos propone como objeto de la fe.

 Esperanza: por la esperanza deseamos y esperamos de Dios con una firme confianza la vida eterna y las gracias para merecerla.

 Caridad: Por la caridad amamos a Dios por encima de todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. Es el vínculo de la perfección y la forma de todas las virtudes.

 En la experiencia eclesial la santidad está necesariamente vinculada a la práctica de las virtudes, de todas las virtudes, de una manera perfecta, sacrificada y permanente. Esto hace que en los procesos de canonización una de las partes fundamentales es la información sobre las virtudes heroicas y la fama de santidad del candidato a la santidad oficial.

 En la vivencia popular, en cambio, la santidad más bien se mira como expresión de una profunda amistad con Dios. Uniendo ambas experiencias encontramos el concepto aproximado de la santidad cristiana.

 Nadie puede negar que en el camino de un cristiano la fe, la esperanza y la caridad constituyen las notas diferenciales de una vida virtuosa al estilo humano. En el mundo pagano hubo personas que se esforzaron y lograron un elevado grado de práctica de las virtudes morales; las virtudes teologales redimensionan totalmente las virtudes morales al referirlas a Cristo a quien hemos sido incorporados por el bautismo. Así todas las virtudes nos conducirán a la eterna bienaventuranza que es el fin de la existencia cristiana.

En la vida de Madre Clara María, ya desde sus más tiernos años, encontramos una práctica de las virtudes de manera extraordinaria, sin que ello signifique que no hubo un proceso de maduración en todas las virtudes. En el discurso pronunciado con ocasión de la develación de una placa conmemorativa en la casa en donde nació la Madre, dijo el historiador migueleño, Don Joaquín Cárdenas, “Sus padres Don Daniel Quirós y su madre Doña Carmen López la hicieron educar en un ambiente de dignidad y nobleza. Su juventud se deslizó apacible en la vida del hogar. Refieren anotaciones de familia que Clara del Carmen, fue en su infancia y en su adolescencia e igual en su juventud un dechado de virtud;…

Las virtudes teologales, de las que hemos hablado, son la acción de Dios en la vida de una persona en su circunstancia concreta. A esa acción de Dios en la persona y a la respuesta de ésta al amor que se le oferta, podemos llamarla VIDA TEOLOGAL. La vida entera de Madre Clara María puede ser definida como una vida de una intensidad teologal extraordinaria, ella, realmente, vivió solo por y para Dios.

 Venid, Reyes de Oriente,

Venid, a presenciar…

El amoroso júbilo

Que mi alma siente ya.

¡Soy toda de Jesús!

A otro no puedo amar

Es mi lecho la cruz

! Quiero en ella expirar ¡

 A lo largo de sus setenta y un años de vida, podemos ver como su fidelidad a la gracia va realizando en ella la plenitud de las virtudes teologales.

 Con frecuencia creemos que la fe es sólo la aceptación de las verdades reveladas que la Iglesia nos propone como objeto de fe. Es obvio que este es el principio de la fe que viene a perfeccionar nuestras facultades intelectuales para que seamos capaces de comprender los misterios de nuestra fe. Este asentimiento intelectual que damos a lo que la Iglesia nos propone como divinamente revelado, que San Pablo llama la obediencia de la fe, sin embargo, supone que lo convirtamos también en las obras de la fe, porque la fe para que sea operante ha de llevarse a la práctica en la vida.

 Lo dice el Apóstol Santiago que la fe que no produce obras está como muerta y la fe muerta no conduce a la salvación. En realidad, la fe supone algo más que la aceptación de un conjunto de dogmas o principios de fe, como dice el Padre Bernard Häring, la fe es un encuentro personal con Cristo y en cuanto tal constituye una historia de amor y de amistad. Es evidente que a lo largo de la vida de Madre Clara María la fe es una de sus actitudes fundamentales. No creemos que haya dudado jamás de las verdades que nuestra Iglesia nos enseña que son divinamente reveladas, pero en ella encontramos algunos gestos que nos hacen patente.

Uno de ellos, muy hermoso, fue cuando hizo su profesión como Terciaria Carmelita. En el acta que se encuentra en el libro de la Hermandad, escrita de su puño y letra, no siendo habitual en este tipo de documento ella se compromete a defender el dogma de la Inmaculada Concepción de María desde el primer instante, definido por el Beato Papa Pío IX en 1854.   Dos hechos de fe podemos descubrir en el viejo documento. El primero es la aceptación gozosa de Madre Clara de todo aquello que nuestra Madre la Iglesia nos propone como formando parte de nuestra fe; pero, al mismo tiempo, expresa el amor y la preferencia espiritual que siente la Sierva de Dios por este privilegio mariano:

Tú, a quien la diestra del muy alto quiso

Preservar de la infausta maldición,

Que allegó nuestra madre Eva en el paraíso,

Y EXENTA Y LIBRE DE TODA CULPA te hizo

Ab eterno en limpia concepción.

 El segundo, conocido por poca gente, se refiere al momento en el que se está elaborando el proyecto de Constitución de la República de 1886 de contenido liberal, en el que se propone un Estado Laico que reconoce la libertad religiosa, el divorcio, la educación laica en las escuelas católicas. Es decir, un documento jurídico que no tenía en cuenta algunos derechos de la Iglesia y de los padres católicos y la fundamentación en la ley natural del matrimonio.

 Los católicos salvadoreños, guiados por sus pastores, enviaron piezas de correspondencia a la Asamblea Legislativa protestando por tales atropellos a la fe de un pueblo. Entre las mujeres tecleñas que salieron a la defensa de nuestra fe y de nuestra Iglesia se encontraba la Sra. Clara del Carmen Quirós de Alvarado. ¿No es cierto que uno de los deberes que impone la fe es defenderla?

 La fe, naturalmente, se expresa en la confianza que tenemos en el amor y la providencia del Padre del Cielo, en este sentido también es ejemplar la confianza y la entrega a la voluntad de Dios que podemos descubrir en muchos acontecimientos de la vida de Madre Clarita.

 Creo no es necesario hablar en este lugar de las obras que confirman la fe heroica de Madre Clarita. Son tantos los que podemos alegar y tan corto el espacio que tenemos, pero sólo por citar uno: la fundación de la Congregación de Carmelitas de San José, una institución dedicada al servicio de los más pobres. Cuando comenzó la Congregación la Fundadora no tenía ni recursos económicos, ni apoyos humanos, sólo su fe en que si aquello era obra de Dios nada ni nadie podría destruirla.

 Si nos referimos a la esperanza, también es patente y extraordinaria en la Santa Fundadora. Uno de sus temas favoritos de conversación era la santidad y el cielo, tal como lo atestigua el P. Medardo Jaimes, quien la conoció cuando era un joven seminarista.

 En la etapa final de su vida, esta aspiración de ir al cielo se vuelve no sólo más intensa, sino más confiada: Yo por la misericordia de Dios me salvaré… Esta breve frase expresa toda la hondura de la virtud de la esperanza en Madre Clara María: por una parte expresa su confianza en que Jesús la va a llevar consigo a participar de los gozos eternos en el Reino de los Cielos, pero, por otras, no presume de sus propios méritos, ni de sus fuerzas, sino que también confía que la misericordia de Dios le dará las gracias que sean necesarias para llegar a la meta. No presume, ni desespera, los dos grandes pecados contra la excelsa virtud de la esperanza, simplemente confía, como dice el Salmo 13: En cuanto a mí, confío en tu bondad; conoceré la alegría de tu salvación y cantaré al Señor que me ha tratado bien.

 Hablar de la caridad en la vida de nuestra Sierva de Dios es un poco redundar, porque si alguna virtud practicó con verdadera perfección fue la caridad para con Dios y con el prójimo, sobre todo los pobres y los más necesitados de socorros espirituales.

 Dialogando con el Santísimo Sacramento, le dice:

 ¡Te amo Señor! ¡y con amor ardiente!

Mi corazón te busca por doquier,

Y mi alma herida, con ardor vehemente,

Como el siervo sediento por la fuente,

Vive ansiosa de unirse con tu Ser.

 El amor intenso, y por encima de todo, que tuvo Madre Clara María por Dios, no se queda en el mero sentimentalismo, sino que trasciende a la otra dimensión del amor que es el del prójimo.

 Si Jesús es el Buen Samaritano, el que nos enseña con su vida quién es nuestro prójimo, la Sierva de Dios es también una Buena Samaritana, que recorre las calles de Santa Tecla buscando a las niñas abandonadas, a las que están en peligro de corrupción, a las mujeres abandonadas, a los matrimonios en dificultades. Como Jesús Madre Clara no hace distinciones en su ardiente caridad, también socorre a las familias vergonzantes, acompaña a los enfermos en su lecho de dolor y les prodiga los cuidados y la ternura de una madre, acompaña a los moribundos para sugerirles sentimientos de compunción, de confianza y de amor, lo hizo, incluso con el Arzobispo de San Salvador, Monseñor Pérez y Aguilar, acoge a los pobres y parte con ellos el pan de su comunidad.

 Su caridad se derrama, sobre todo, con los pobres pecadores, que son los más pobres de los pobres porque están privados de la gracia; corrige, exhorta y quiere llevarlos al amor de Jesucristo. Cuántas veces le oyeron decir sus hermanas de Comunidad: Lo importante es salvar sus almas.

 La caridad es el vínculo de la perfección, porque sólo a través de ella se llega a la plenitud espiritual, es la forma de todas las virtudes, porque podríamos entregar nuestros cuerpos como pasto a las llamas que si no tenemos amor no somos nada.

 En el sublime Himno a la Caridad, el Apóstol Pablo dice: Ahora, pues, son válidas la fe, la esperanza y el amor, pero la mayor de estas tres es el amor.

 Con frecuencia he imaginado a Madre Clara María, leyendo las Obras de San Juan de la Cruz, por cierto ¿qué libro es el que tiene entre sus manos en la imagen de todos conocida?, pues en San Juan de la Cruz ella leería que… Al atardecer de nuestra vida seremos examinados en el amor.

¡SOLO EN EL AMOR!

Roberto Bolaños Aguilar

 

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Meditación 18

Madre Clara María Quirós, mujer eucarística. 

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Hace algunos días, celebramos la memoria de  Santa Teresa Benedicto de la Cruz, la célebre filósofa judía convertida al catolicismo y muerta como religiosa carmelita en el campo de concentración de Auschwitz el 9 de agosto de 1942.   Ella, en su biografía de Santa Isabel de Hungría, escribe:   Es una tarea arriesgada el tratar de desvelar lo que se esconde bajo el velo del misterio de Dios.  Pero el dedo de Dios escribe la vida de sus santos para que nosotros podamos leerla y bendecirlo por sus maravillas, y de este modo descubrimos el camino que cada uno tiene que recorrer.”[1]

Ha sido el Papa Juan Pablo II,  de santa memoria, quien en su  Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, habla en uno de los apartados finales de la Santísima Virgen María como modelo de vivencia amorosa de la eucaristía y, como consecuencia de ello, la llama  “mujer eucarística

¿Qué actitudes?  ¿Qué disposiciones? Hacen, según el Papa Juan Pablo II de la Santísima Virgen María una persona que puede ser definida por su relación con la Eucaristía.

  • María puede guiarnos hacia este Santísimo Sacramento porque tiene una relación profunda con él.
  • María debe haber participado con la pequeña comunidad cristiana en la celebración de la fracción del pan. “ Pero más allá de su participación en el Banquete Eucarístico, la relación de María con la Eucaristía se puede delinear indirectamente a partir de su actitud interior.  María es mujer eucarística con toda su vida.  La Iglesia tomando a María como modelo, ha de imitarla también en su relación con este santísimo Misterio.  No. 53
  • La Eucaristía en cuanto misterio de fe, exige de nuestra parte el más completo abandono a la Palabra de Dios.  De Jesús recibimos en la Ultima Cena el mandato de  hacerlo siempre en conmemoración suya.  María, por su parte, en las Bodas de Caná nos aconseja: “Haced lo que El os diga.”  Porque el que fue capaz de transformar el agua en vino, es igualmente capaz de hacer del pan y del vino su cuerpo y su sangre, entregando a los creyentes en este misterio, la memoria vida de su pascua, para hacerse así “Pan de Vida”.  No. 54
  • La Encarnación del Hijo de Dios, en la que María pronunció su “fiat” a la obra de la Redención de alguna manera hizo que María practicara su fe eucarística, por el hecho de haber ofrecido su seno virginal para la Encarnación del Verbo.  Los meses que María llevó en su vientre a Jesús es un tiempo en el que ella es verdaderamente como una custodia viviente en “donde el Hijo de Dios, todavía invisible a los ojos de los hombres, se ofrece a la adoración de Isabel, como irradiando su luz a través de los ojos y la voz de María.” No. 55.   De hecho, dirá el Papa, al fíat de María en la Encarnación corresponde el amén del creyente al recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo.  Todo desde la perspectiva de la fe.
  • María con toda su vida junto a Cristo, y no solamente en el Calvario, hizo suya la dimensión sacrificial de la Eucaristía
  • En el Calvario, Cristo nos entregó a María como Madre y hacer memorial de su sacrificio en la cruz “implica también recibir continuamente este don. Significa toma con nosotros a quien una vez nos fue entregada como madre.  Por eso el recuerdo de María en las celebraciones eucarísticas es unánime, ya desde la antigüedad, en las Iglesias de oriente y occidente.  No. 57.
  • En la Eucaristía, la Iglesia se une plenamente a Cristo y a su sacrificio, haciendo suyo el espíritu de María. Es una verdad que se puede profundizar releyendo el Magnificat  en perspectiva eucarística.  La Eucaristía es, en efecto,  como el canto de María, es ante todo alabanza y acción de gracias.  No. 58.

En otra ocasión, no muy lejana, hemos hablado de la estrecha y amorosa relación de Madre Clara María Quirós con la Santísima Virgen María.  El Padre Alberto Barrios Moneo,  al hablar de la devoción eucarística de nuestra Madre, dijo que en su itinerario espiritual había sido la Virgen Santísima la que había  llevado a Madre Clara a los pies de Jesús Sacramentado.

También lo afirmó el Papa Juan Pablo II cuando dice: Vivir en la Eucaristía el memorial de la muerte de Cristo implica también recibir continuamente este don…  Significa asumir, al mismo tiempo, el compromiso de conformarnos con Cristo, aprendiendo de su madre y dejándonos acompañar por ella.  María está presente con la Iglesia, y como Madre de la Iglesia, en todas nuestras celebraciones eucarísticas. Así como la Iglesia y la Eucaristía son un binomio inseparable, lo mismo se puede decir del binomio María y Eucaristía.  No. 57.

La fina intuición de Madre Genoveva del Buen Pastor, y su conocimiento de Madre Clara María,  la llevó a escribir que ésta era “un alma eucarística”  ¿Un alma eucarística?, ¿Qué significa esto hablando de Madre Clara María de Jesús?

A lo largo de toda su vida,  casi me atrevería a decir que desde el día en que realizó su primera comunión.  Madre Clara María, fue amando cada vez más intensamente a Jesús, de modo que llegó a  concienciar que todo lo mejor debía ser para Jesús, y así lo comunicaba a sus hijas de la Congregación: ¡Todo lo mejor para Jesús!

Su contacto frecuente con Jesús se realizaba por medio de la oración;  era allí donde ella encontraba a Jesús y Jesús la encontraba a ella.   En esa expansión de su alma profundamente enamorada de Jesús Eucaristía que es su poema: Entretenimiento del Alma, con el Adorable Corazón de Jesús Sacramentado,  se presenta a sí misma como un alma profundamente enamorada de Jesús en el Santísimo Sacramento: 

¡Te amo Señor!  ¡Y con amor ardiente!

Mi corazón te busca por doquier,

Y mi alma herida, con ardor vehemente,

Como el ciervo sediento por la fuente,

Vive ansiosa de unirse con tu Ser.[2]

Testigos de vista, como Madre Magdalena del Sagrado Corazón y la Sra. Dolores Ordóñez, hablan de la predilección de Madre Clarita por la oración ante el Santísimo Sacramento y, además, de las largas horas de rodillas ante el sagrario.  “Cada vez que pasábamos por la capilla, esta ella ahí,  de rodillas ante Jesús Sacramentado”.

¿Qué cosas diría  la Madre a su Jesús Eucaristía?  ¿Qué mercedes le pediría?  ¿Qué sentimientos pondría a sus plantas?, posiblemente son cosas que nunca sabremos, porque ella no solía hablar de su experiencia de oración, sólo en una ocasión, dirá Dolores Ordóñez, nos comentó sobre algunas visiones y locuciones habidas en la oración, pero les mandó severamente que no se lo contaran a nadie.  El único camino para acercarnos a su devoción eucarística es a través de su poesía, que es como asomarse a una habitación totalmente iluminada, llena de tesoros, por el ojo estrecho de una cerradura.

En el “Entretenimiento”  Madre Clara María cita algunos personajes de los Evangelios con los que se siente profundamente identificada por el amor que tuvieron a Jesús y que son propuestos por la Iglesia como modelo de devoción y entrega eucarística: la Santísima Virgen María, en primer lugar,  el Apóstol San Juan, Santa María Magdalena y, también, el Hijo Pródigo.

La primera dimensión de su experiencia eucarística es precisamente  la de alabanza, adoración y bendición al Padre, por haber querido que su Hijo se quedara en el Sacramento del Altar.  A Madre Clarita no le es suficiente para alabar al Santísimo ni la fantasía de los poetas, ni los trinos de las aves,  ni el arpa del profeta,  quiere cantar a su Dios presente en la Eucaristía con la misma voz y sentimiento de la Santísima Virgen María: Mi alma proclama la grandeza del Señor,  mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su esclava…

Para acercarse al Misterio de la Santísima Eucaristía, dirá la Madre, es necesario hacerlo desde una gran humildad,  reconociendo sinceramente nuestra necesidad de perdón y de salvación:

Déjame reclinar en tu regazo,

Cual pródigo desnudo y sin porción.

Permíteme estrecharte en tierno abrazo

Y unida a Ti por tan estrecho lazo,

Escuchar tus palabras de perdón. 

Estar en la presencia de Jesús Eucaristía es como iniciar un diálogo de corazón a corazón,  un intercambio amoroso que se expresa en verbos como morar, permanecer, saciar, etc.

Envía de tu pecho para el mío,

Raudales de ternura y caridad;

Une tu llanto con mi llanto pío

Como se une la gota de rocío

A la inmensidad del insondable mar.

La figura de Santa María Magdalena atrae mucho a Madre Clara María, no sólo porque es la pecadora perdonada, sino, porque fue una de las personas que con mayor intensidad amó al Señor Jesús, la que escogió la mejor parte, según lo dice el mismo Jesús en el Evangelio.

Déjame aquí, Señor, con Magdalena,

Mis amorosas lágrimas verter,

Sentarme a tu banquete y de amor llena,

Como está la abejita en la colmena,

De tu sangre una gota no perder.

Apropiarse del sacrificio de Cristo,  una gota de tu sangre no perder,  hace que entendamos que Madre Clara comprendía y vivenciaba perfectamente la triple dimensión del Misterio Eucarístico: Sacrificio,  Banquete y Presencia.

Pero para la Santa Fundadora,  la Eucaristía era ante todo COMUNIÓN, tal como el mismo Cristo nos lo reveló en el Evangelio:  El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en Mí y yo en él.

La comunión a la que aspira Madre Clara María no es sólo la que se nos ofrece en la Santísima Eucaristía, sino la que ciertos místicos mexicanos,  como Monseñor Luis María Martínez,  CONSUMACIÓN EN LA UNIDAD.  Una unión con Dios que no dependa de la transitoriedad de lo que duran en corromperse las especies eucarísticas, sino aquella que se funda en la comunión de amor y de voluntades y que San Juan de la Cruz llamó el MATRIMONIO ESPIRITUAL.   Este fenómeno místico naturalmente pide y exige la comunión Eucarística. 

¿Quién puede asomarse a la profundidad de un alma, sin tener la sensación de vértigo?

¡Déjame aquí, Señor!…  ¡Aquí rendida!

¡Quiero gozar de tu presencia real!

Quiero internarme en lo hondo de la herida

Para beber sin tasa, ni medida,

Del licor del divino manantial.

Cuando en aquella ceremonia de cambio de nombre, que presidió el Padre José Encarnación Argueta y Doña Clara del Carmen Quirós, cambió su nombre por el de Madre Clara María de Jesús, también a cada una de ellas el sacerdote salesiano les pidió que eligieran una de las cinco llagas de Cristo,  ella escogió la llaga del  costado, la misma de donde brotó sangre juntamente con agua y que simboliza  el nacimiento de la Iglesia, Esposa de Cristo.

En el lenguaje místico beber de la llaga del costado es uno de los  gestos de mayor profundidad amorosa que le es dado realizar a un creyente, porque establece con Cristo una unión definitiva. ¿Quién podrá separarnos del amor de Dios?

Es cierto que para emprender el camino de la Vida Mística hay que estar decidido a dejarlo todo por Dios, a soportarlo todo por Dios,  a ser nada por Dios: 

Remontada como Águila quisiera,

Surcar del orbe el espacio sin fin;

Dejar el mundo, y sin volver siquiera

A mirar su inmundicia en mi carrera

Emprender vuelos de alado Serafín.

La consumación en la unidad sólo se realiza cuando el creyente se ha desarraigado de todo lo creado y ha sido purificado por el amor de Dios hasta quedar en la pura desnudez de la fe, según enseña San Juan de la Cruz.

¡Vida de mi alma!  ¡Vida de mi vida!

Quiero perderme y confundirme en Ti,

Aniquilarme a tus pies, y aquí perdida,

Encontrando en tu seno mi guarida,

Permanecer eternamente allí.

Madre Clara María fue mujer eucarística hasta en los pequeños detalles,  en las delicadezas, que tenía con Jesús  Sacramentado, como querer que hasta los más pequeños detalles del culto eucarísticos fueran dignos del Señor: limpieza y decoro de los ornamentos, vasos sagrados,  libros litúrgicos,  cuidado y aseo del templo, respeto y recogimiento con que se debe participar de la Santa Misa, etc.  En ella se cumplía perfectamente aquello de que quien es fiel en lo pequeño, lo será también en lo grande.

La vivencia eucarística de Madre Clara María no se quedaba sólo en la expresión de la centralidad de Jesús en su vida,  sino que se traducía en una fuerte solidaridad con los pobres y con todos los que experimentan alguna de las formas del sufrimiento humano.  Descubrir por la fe la presencia real (gustada) de Jesús en la Eucaristía ha de llevarnos necesariamente a descubrir a Jesús en el rostro sufriente de cualquier mujer o de cualquier hombre; por eso podemos decir con toda verdad que toda la obra de Madre Clara María de Jesús brota, como de un manantial,  del sagrario en donde se esconde el tesoro mayor de la Iglesia y de los Cristianos: Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.

El 8 de diciembre de 1928, las últimas horas de su vida, Madre Clarita quiso pasarlas ante el Sagrario, en la presencia de Jesús,  el mismo que había conducido su vida a caminos y situaciones a los que ella nunca pensó llegar, a cumbres de amor y santidad que manifestaban el dedo del buen Dios  y su voluntad divina de salvar a todos los hombres y las mujeres.

 El paraíso en la tierra,  llamaba Santa Teresa de Jesús al Santísimo Sacramento del Altar.  Pocas horas después de aquella oración ante el Santísimo, Madre Clarita se encontraría viendo a su Señor cara a cara y entonaría ese Cántico de triunfo del que nos habla el Apocalipsis revelado sólo a los que murieron siendo fieles al Cordero:

Grandes y maravillosas son tus obras,

Señor Dios Omnipotente,

Justicia y verdad guían tus pasos,

Oh Rey de las naciones,

¿Quién no dará honor y gloria a tu nombre, oh Señor?

Porque Tú sólo eres Santo

Y todas las naciones vendrán  a postrarse ante Ti,

Porque tus fallos se han dado a conocer.

Roberto Bolaños Aguilar

 



[1]    Francisco Javier Sancho Fermín, OCD,   Introducción General a las Obras Escogidas de Edith Stein, (Ediciones Monte Carmelo, Burgos, España, 1998)

[2]    Evidentes las reminiscencias de la poesía de San Juan de la Cruz.

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